sábado, 28 de mayo de 2011

LA MÁQUINA HORMIGONERA




Esta es la máquina más común en la construcción, y me acuerdo que en los años del felipismo, cuando podías optar para cobrar la totalidad del paro en una sola paga única, te exigían un justificante de la compra de útiles y herramientas con las que invertías el dinero del paro para montar tu propia empresa como autónomo. Como mínimo te exigían disponer de máquina hormigonera, y de las grandes. O bien podías optar por escoger un coche industrial que justificara al gobierno que de iba a dar de golpe y porrazo toda la paga del paro, que te moverías por los tajos. Era una de las formas que tenía el presidente Felipe González de crear empleo en el sector de la construcción.





Anteriormente se preparaba el mortero manualmente con una pastera, donde se llenaba de arena, agua y cemento portland, y se removía con la ayuda de una azada, o “zapu” como le llaman algunos albañiles catalanes de Girona. El invento de esa máquina, facilitó un poco más la cosa, aunque los que seguían a la antigua usanza, era debido al elevado precio de la máquina que no compensaba su amortización. Hoy en día puede llegar a costarte más de 3000 euros, de modo que tras su uso, es recomendable dejarla bien limpia si se desea que dure mucho tiempo, incluso años. Por otra parte, el estado y presencia de la máquina dice mucho del peón o del albañil que la usa.



Dicha máquina se colocaba al lado de la obra dónde se volcaba la arena y la grava, y al lado también de un bidón grande lleno de agua, y de los palets con los sacos del cemento Pórtland.
Claro que para la obtención de la mezcla adecuada, y en la calidad adecuada, hay que poner la adecuada cantidad de agua, arena o grava, y el correspondiente cemento, así como los aditivos como pueden ser el líquido hidrófugo, o simplemente el líquido que dará más fluidez a la mezcla e impedirá que se seque demasiado rápido. Dejando aparte de que hay que tener presente que el tiempo que normalmente hay que dejar que la mezcla vaya rodando dentro del tambor de la hormigonera donde dos especie de palas-alas lo remueven, ha de ser unos 10 minutos aproximadamente si se desea que el material salga en la calidad deseada.


 Luego hay que volcarla y vaciarla en una carretilla para echar agua y dejar la máquina limpia, o su pegado del material dificulta la elaboración de nuevas mezclas de mortero o hormigón. Mi recomendación es que la mezcla sea de la siguiente proporción: cuatro partes de arena, por cada parte de cemento Pórtland. Con esto ya es de una calidad suficiente que no precisa ni más ni menos. Cuando más claro el mortero (es decir con más agua, más flojo será el material), cuanto más espeso (poco agua, pero bien mezclado) más duro será cuando se haya secado. Y por otra parte, si no se le añaden líquidos, el material una vez seco será más duro y resistente, aunque sin líquido tiene el inconveniente de que se seca demasiado rápido y complica el trabajo del albañil, obligándole a refrescar nuevamente el mortero echándole un poco más de agua a la mezcla removida. Y naturalmente cada vez que se refresca el mortero, este pierde calidad, por lo que lo recomendable es hacer sólo el mortero necesario y gastarlo rápidamente adonde tenga que ponerse.




Lo malo de ello es que si la dichosa y ruidosa máquina hay que estar usándola a todas horas por el material que se gasta, produce un insoportable ruido que aguantar, que por la noche no sueñas en las ovejitas saltarinas, sino en un infernal ruido de “música máquina”.

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