sábado, 20 de octubre de 2012

MÁS ÁNALISIS SOBRE EL ESPINOSO TEMA DE LA PREVENCIÓN EN RIESGOS LABORALES


La mejor prevención en riesgos laborales viene determinado por el viejo proverbio de “el miedo conserva la vida”: nadie busca accidentarse ni enfermar. Lo que no busca son normativas que estorban su trabajo, que produce incomodidad, y por tanto que rebajan el rendimiento, y por otro todo cuanto encarece innecesariamente, tanto para la constructora, como para el cliente,....con lo cual es también una de las razones por las cuales la gente no se anima a invertir: es todo demasiado caro con absurdas normativas. Para prevención, cada cual tiene su ángel de la guarda, y si no, que se ponga a rezar: nadie tiene porque ser el guardián de nadie. Las medidas de prevención meten miedo a las empresas, aparte de que lo consideran como un gasto obligatorio innecesario que dispara los costes,…y que de poco sirve porque la gente igualmente trabaja como le da la gana, y luego en caso de desgracias inesperadas, las investigaciones, las sanciones, e incluso las posibles penas de cárceles, no animan a nadie a crear una empresa de construcción, y las que aguantan, es más bien porque tienen que vivir de algo, tienen que comer ellos y sus familiares, y por esas razones tienen que subsistir.


Las normativas no se lo han puesto nada fácil ni a las empresas ni a los emprendedores, ni es nada bueno para el país impedir que la gente pueda trabajar y ganarse la vida, ya que para eso son necesarias empresas y trabajadores con total y plena libertad.  Nos encontramos que ahora se obliga al contratista a redactar el plan de seguridad, que cuesta un buen pastón y no se traduce en nada que se materialice,  y aquí nos confundimos todos. En todo caso la tarea de las inspecciones o de los de prevención no sería tener que imponer sanciones o cuestionar los trabajos, sino simplemente aconsejar y convencer, pero ya no ir más allá, ya que lo entorpece todo, y se pierde en eficacia, tiempo y dinero. Eso tendría que cambiar



La obligatoriedad de asistir a cursos, que desde luego no se fomentan desde las empresas (o por lo menos desde las empresas pequeñas), es otro de los atentados contra la libertad de los trabajadores. Y aparte de que a la hora de explicar los planes y objetivos de obra (dar  conocer el “planning” de los trabajos), que no está nada mal dar las indicaciones de prevención por parte de quien lo desee, no todos están dispuestos a seguir, aparte de que no se puede obligar por la fuerza a los trabajadores a asistir a cursillos (que no son garantía de aprendizaje, pues a los cuatro días se olvida de todo y más con exceso de materias preventivas imposibles de memorizar y mucho menos de recordar), lo malo es que aquí hay una doble pretensión de cargar con responsabilidades a los trabajadores para encontrar a quienes acusar en caso de siniestro. Nadie quiere asumir responsabilidades y ni tiene porque asumir las de los demás, salvo las propias, aparte de que no están lo suficientemente pagados como para asumir responsabilidades de las que lógicamente todos intentarán ver la pelota en el tejado ajeno, eludiendo todo lo posible.



Y eso de que figuren en los convenios colectivos eso de las horas de cursos de prevención, hay que decir que esos convenios han sido redactados y firmados por las “mafias” de cuadros sindicales con complicidad de supuestos cuadros patronales y de demás actores del sector (facultativos, gobierno, etc…), que para nada representan a la inmensa masa de los trabajadores, y que por otra parte con las subvenciones públicas que reciben esos organismos mafiosos, viven de hacer cosas como esas de los cursillos, que naturalmente atentan contra los principios de las libertades individuales al cargar a los albañiles con obligaciones no aceptadas. 



El principio es que no se puede obligar a nadie a nada: cuando un profesional sirve y hace bien el trabajo, adquiere prestigio por sí mismo y no le falta el trabajo; cuando no sirve ni rinde, ya va adquiriendo mala fama por sí mismo y al final es tirado a la calle. Pero no es inteligente ni racional obligar a nadie a seguir cursos o normativas, porque crea una doble “moral” o hipocresía: el papel que hay que interpretar de cara a la galería por el “qué dirán”, y el que en realidad se ejerce de “puertas cerradas para adentro”, en la que cada cual trabaja tal como es y a su gusto. Todos los excesos, obligaciones e imposiciones en las que uno no se encuentra cómodo, al final terminan por burlándose, y de poco sirve que un facultativo o alguien de riesgos laborales busque pelearse y en todo caso enemistarse con los albañiles, que son los que de verdad ejecutan la faena, sobretodo el trabajo manual que es el más duro, aunque también muchas veces el trabajo mental de calcular, idear, inventar,…que se supone que correspondería a los facultativos: en teoria a los albañiles no se les paga por pensar, sino por trabajar, aunque la inmensa mayoría de las veces tengan que estar pensando, y pensando por terceros que cobran muchísimo más, con lo que muchas veces al final resulta que los verdaderos ingenieros son los propios albañiles, y eso de que no tienen años de estudios universitarios.


Claro que esos tipos de riesgos laborales, para sacarse título, han tenido que pasar por un curso de varios meses (algunos de hasta unos pocos años), para que al final hayan tenido que creerse que su paso por las obras es simplemente tocar los huevos de todo albañil que encuentre a su paso, y encima llevándose un buen pastón sin cansarse ni sudar como sería el manejo de un pico y pala, o de llenar de tejas bien puestas con mortero en una cubierta, esto es algo que lógicamente no puede aceptarse. No se acepta que un tipo por muy “facultativo” que se tenga, que cobre un buen pastón, y que no se manche para nada ni tan siquiera sude la camisa tenga que pasar por ahí tocando los huevos a todos con las tonterías del casco, los arneses o las botas, simplemente apuntando en una libretilla o con algún plano o papel en la mano, pero que da la impresión que tan solo se pasea por ahí sin dar siquiera un palo al agua, salvo la imprudencia y la incordialidad de estar tocando los huevos de quienes de verdad realizan el milagro de dar forma y materializar la obra. La realidad es que en España no existe la mentalidad de querer asumir responsabilidades si no son las propias, y la de dejarse tocar los huevos por terceros, y en esto pecan facultativos y demás fauna de “riesgos laborales”. Y quien busca usar mano dura, acaba terminando peor.


Aunque existan las normativas (algunas con buenas pretensiones, pero en la práctica complicado de ser aceptadas y acatadas) , mi consejo es dejar en paz a todo el mundo y no meterse en donde no se le llama, que cada cual ha de asumir sus propias responsabilidades y nadie quiere tener nada de ver con las ajenas. Las empresas son conscientes que han de buscar maneras abaratar costos y muchas veces las  medidas de seguridad las encarecen, los empleados todos quieren trabajar a su manera y cada cual ya procurará no accidentarse, los capataces para que salga el trabajo rápido tienen que hacer  la vista gorda a determinadas exigencias o al final los resultados no salen como serían de desear, y  por ultimo  pasa también que los arquitectos muchas no visitan nunca la obra  cuando conviene, y al final todos se han de preocupar más de beneficiar a la gente que es la que le da de comer y hace pagar sus cuentas, porque sin clientela y sin currantes motivados no se puede trabajar. En el fondo de lo que se trata es de tener que buscar y colaborar entre todos de hacer las cosas más fáciles y más económicas en la que monetariamente todos salgan ganando, por encima de normativas, leyes y demás exigencias, ..ese sentido común, a mi modesto entender, es la única manera de mejorar las condiciones del trabajo. 

                                 

En cuanto a de quien es la culpa de los diversos disparates sobre “prevención y seguridad” que se cometen en las obras. creo que hay muchos culpables dependiendo de cada caso.  No habría culpables si no hay exigencias ni normativas, y se deja que cada uno proceda libremente según su sentido común. La ley y las medidas de prevención deberían de estar para consentir aplicar sus recomendaciones, pero no para obligarlas. El que tenga mala suerte, que se muera y los demás a aprender, como ha sido desde siempre, desde siglos hasta el presente. Pero no se pueden buscar culpables, sino que como todo en la vida, hay que saber asumir riesgos y mentalizarse de ello. Los que consideran las cosas denunciables o denunciar a alguien, han de saber que siempre se exponen a represalias seguras de un tipo u otro, sin olvidar lo que dice un viejo proverbio chino: “el que interpone una querella, derriba un dique”…., lo cual quiere decir que tras toda acción de denuncia, vienes detrás los daños colaterales que se producen por sí mismo,…..por eso es imprudente denunciar o obligar a las personas. Opino que cada empresa habría de ir por libre, e imponer ella misma sus propias normas, especialmente las de sentido común, y que sea el mercado ( o sea los clientes) el que las premie o las castigue por su proceder, servicio, o estilo de hacer empresa.


 Claro que toda empresa busca un equilibrio entre calidad y precio, al mismo tiempo que ganancia, cosa que a veces resulta harto difícil, y lo que hay que ganar por un lado, hay que quitarlo por el otro, por pura lógica.  Hay que huir de todo lo que asusta, tanto a empresarios como a trabajadores, de normativas, de exigencias facultativas, etc… Hay unas normas sancionadoras y punibles de cualquier cosa, administrativa, penal, responsabilidad civil, laboral, etc…, que dan un miedo y no animan a nadie a llevar una empresa de construcción. Eso no es libertad de empresa. Ya el miedo en sí que produce es lo peor, el riesgo mismo, que cuando en las obras entra uno de “riesgos laborales”, todo el mundo le tiene miedo y antipatía aunque alguno le haga el lameculos, porque es el posible verdugo con el cual si caes en desgracia, algún día tendrás que planear una venganza contra ese verdugo ya culpable de todas tus desgracias.  Creo que esa no es manera correcta ni justa. Muchas veces, rápido se resuelve todo diciendo que el aparejador o el arquitecto “estuvo aquí y no dijo nada” y cuando escribes para que se vea que realmente has dado ordenes se comenta ya rápido “este técnico ya esta dando problemas, hay que buscarse a otro para la siguiente promoción…” (suele decir el promotor-constructor, el mismo encargado de la obra, o el cliente mismo, etc..).Si después hay por ahí técnicos a los que les primen más el tener más trabajo haciendo la vista gorda, que cumplir con lo que dicen las normativas, y con eso último posiblemente no repetir con el constructor-promotor o el cliente, cuya principal motivación únicamente son el precio y la calidad, sintiendo gran desprecio y disgusto por todo aquellas partidas que encarecen excesivamente y encima no se traducen en nada productivo o materializado.





 Aparte de que ha que tener en cuenta que la única enseñanza teórica (y quizás de mayor utilidad ) que se recibe en las obras son las “recomendaciones de los fabricantes” que vienen en muchos de los productos que se aplican en la construcción, y además son gratis, como los antiguos cromos que acompañaban en las tabletas de chocolate que nos llevábamos para hacer un pequeño bocata. Aquí lo que hace falta es que se vuelva a los antiguos tiempos del sentido común, y que se termine de una vez con tantas imposiciones y normativas, dejando que cada persona trabaje libremente como más guste según su propia pericia, sapiciencia y arte. Ya lo decía el filósofo frances Jean Paul Sastre: “El hombre nace libre, responsable y sin excusas” , y en esa libertad hay que dejarle.  


No hay que olvidar que hasta ahora el albañil es el más español de los oficios, y si lo seguimos maltratando con normativas y demás exigencias, aparte de lo ya muy castigado que está por la crisis económica, corremos el peligro de que acabe siendo un oficio en extinción, hasta el punto de que al final acaben habiendo más facultativos (arquitectos, ingenieros, etc…), que no los albañiles propiamente dichos, pero igualmente destinados a ser castigados por el paro, tanto por la falta de contratos (faena) como por la falta de albañiles que habrá en el futuro a ese paso (ejecutores y materializadotes de las obras). En adelante quizás el oficio más español acabe siendo el de camarero en vez de el de albañil, con lo de Euro-Vegas, ya que las rigideces económicas, las excesivas normativas, y los asfixiantes impuestos no dan para más en lo de seguir en la construcción.



Sé que no es de ninguna utilidad, y nadie la entenderá ni la recordará después de leer tan larga parrafada, pero aquí os dejo por si acaso la Ley sobre Infracciones y Sanciones en el Orden Social se ocupa de regular este aspecto, así como la cuantía de las sanciones a aplicar y se basa en los criterios indicados en su artículo 39.3.:

REAL DECRETO LEGISLATIVO 5/2000, de 4 de agosto, porel que se aprueba el Texto Refundido de la Ley sobre Infracciones y Sancionesen el Orden Social. BOE nº 189 08/08/2000








OS ADJUNTO ESTA FÁBULA DE LA ESTRUCTURA ORGANIZACIONAL DE UNA EMPRESA, QUE NOS PUEDE DAR PARA REFLEXIONAR SOBRE EL TEMA QUE AQUÍ PLANTEO, EN LOS QUE UNOS TRABAJAN Y OTROS SON SIMPLES PARÁSITOS QUE SE APROVECHAN DE LAS NORMATIVAS PARA VIVIR A SU AIRE:

 

También os dejo con esa ilustración para dejar un toque de humor y que nos podamos reír un poco, que buena falta nos hace:

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