jueves, 27 de octubre de 2011

UNO TRABAJANDO Y LOS DEMÁS MIRANDO



Estas tres de fotos han sido bastante mostradas por internet. Es un retrato representativo de lo que han sido muchas veces las obras públicas: mientras los más listos, los más caraduras, los más vagos,…se pasan la jornada hablando sea de cotilleos o de demás inutilidades y de pocas cosas que tengan de ver con el aburrido tema del tajo, si es que hay suerte, siempre queda el más tonto del equipo que es el que al final da forma y materializa el trabajo. Y además nadie lleva el pesado casco reglamentario ni nada, que es demasiado incómodo. Claro que si además incluimos que hay tantas inútiles normativas, cada cual tiene que discutirlo con el otro y ponerse de acuerdo, mientras el santo tonto tiene que pasar de esto y trabajar en serio, o al final la chapuza no resultaría nada arreglada. Y digo si tienen suerte de que existan tipos así dispuestos a dar con el pico y la pala, porque si no es así, en el caso de la empresa privada ya se pueden ir todos a tomar por el culo, ya que la empresa se hundiría yéndose al garete y tendría que cerrar; pero en la empresa pública no pasa nada, todo se cubre con los impuestos que pagan los contribuyentes. Y ahora con la crisis, este método de trabajar es más utilizado que nunca: por las calles de cualquier ciudad española puede verse con mucha frecuencia entre las brigadas municipales de los servicios públicos de mantenimiento y obras, que por ejemplo para arreglar o limpiar un embozo de embornal, hacer cualquier chapucilla en la vía pública de arreglar un reventón de tubo de agua, o pintar cualquier parque infantil, normalmente el trabajo suele hacerlo uno o como máximo dos, y el resto por ahí mirando o hablando como unos benditos. Es lo normal en el sector de los albañiles funcionarios, donde abundan exageradamente los holgazanes que no dan golpe, y cavar la zanja no la van a hacer precisamente el alcalde y sus concejales reventándose sus riñones como para que tomaran conciencia de la multitud de funcionarios que serian más útiles a la sociedad si fueran despedidos. Pero como todo eso es posible gracias al dinero público que los ciudadanos pagan con sus impuestos, ya se sabe: el dinero que es de todos, no es de nadie (o sea que el dinero público es sólo despilfarrable, para provecho de los más listos).



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