miércoles, 3 de julio de 2013

LA COLOCACIÓN DE LA BANDERA



Llevo ya bastante tiempo escribiendo ese blog que cuando empecé, no sabía cómo empezar, e igualmente sigo sin saber cómo terminarlo, aunque soy de la idea que un blog no tiene final, ya que siempre hay algo que exponer y contar.

Hoy se me ha ocurrido hablar sobre la puesta de la bandera. Aunque sé que en alguna entrada he hablado sobre ello, seguro que ha sido fugaz, y expuesto con poco detalle.

Es un tipo de rito que con el paso del tiempo se ha ido perdiendo, y no sé si por la usura o la codicia, pues incluso en la época del boom de la construcción, observé que se dejó de celebrar la fiesta de la bandera en mucho sitios, y no digamos en los tristes y difíciles tiempos actuales, que es más raro y complicado ese tipo de celebraciones. Aquellos tiempos del franquismo y primeros del postfranquismo, que era un rito muy habitual, parece ser que ya no volverán, igual que si antes todavía había gente que iba a misa, ahora cada día es menos, y hasta se les ve como un bicho raro a quienes acuden.

¿Y qué es esa fiesta de la bandera, puede que se pregunten los más jóvenes?. Pues que antes cuando teníamos que hacer una vivienda, fuera una casa o un bloque de pisos, empezábamos por los cimientos y terminábamos con la cubierta del tejado, es decir, que pasábamos de la fase de la construcción de los cimientos, y con ello los encofrados, los forjados, las paredes maestras, hasta cubrir y terminado de poner la última chimenea y la última teja, que muchos consideran la fase más dura por mover mucho hormigón y mucho andamio exterior. Pero en realidad no es así: levantar y cubrir en su conjunto va rápido, pero una vez que has llegado arriba y has colocado la última teja, toca hacer al revés: de abajo a arriba, ya en la fase de las tareas propiamente dichas de albañilería que requieren más pericia: los acabados interiores y exteriores, sea para enfoscar o enlucir paredes, poner azulejos en suelos y paredes, y dar por terminadas las escaleras anteriores, pero antes haciendo las regatas y volverlas a tapar para el paso de los tubos de electricidad, agua, internet, gas, etc.., y aunque no os lo creáis, la segunda fase es mucho más lenta y trabajada, requiere mucha más pericia, y se tarda muchísimo más.

 

Después de la primera fase, como si ya se hubiera aprobado un primer examen, el cliente, la promotora o la constructora, invita a los albañiles y demás personas que intervienen en la obra: aparejador, arquitecto, lampistas, yeseros, carpinteros, pintores, etc… para hacer una buena y copiosa comida o cena en algún restaurante, y celebrar haber llegado hasta aquí colgando ya la bandera que sea visible desde un tejado o chimenea, como un indicador de que ya pasamos a la segunda fase. Como una manera de estar agradecidos, o más bien una manera de que no fueran a pensar que son unos tacaños y unos desagradecidos, aunque en los últimos tiempos, incluidos los del boom inmobiliario, la tacañería se extendió como una peste. Claro que da gusto de trabajar para personas que tienen dinero, y que son capaces de pagarte una buena fiesta, en la que no sólo comida, sino que a veces incluso contrataban a una orquesta para celebrar el evento, y estas fiestas de algún modo contribuían a una mayor hermandad entre la comunidad constructora, aunque eso no dejara de ser un mundo de envidias.


Y no es sólo esa tradición de la bandera. En los felices tiempos del boom, en los que los constructores tenían buenas ganancias y el dinero corría abundante de un lado para otro, para tener contentos a los albañiles y a la dirección facultativa, así como a proveedores como los dueños de la planta del hormigón, o los camioneros que traían el material a la obra, se les invitaba por cualquier motivo: colocación de la bandera, fiesta mayor de San Antonio (patrón de los albañiles), el santo o cumpleaños de cualquiera de los jefes o socio, la proximidad de la Navidad, etc… Eran los años de las grandes ganancias, y de las maneras de tener contentos a todos, pues aunque había trabajo en abundancia y de los repetidos tiberios, porque no era fácil encontrar mano de obra, y tampoco que el hormigón te lo trajeran en el día y hora señalada, así como que llegara cuando hacía falta el camión del material. Y cuando hay buenas ganancias, es de bien nacidos tener contentos a todos con celebraciones pagadas por el cliente o la misma empresa. Hoy aquellos tiempos de los alegres años de la construcción, ya no volverán. Pero, con la poca faena que hay hoy en día ¿se seguirá manteniendo la tradición de la comida de la bandera?

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