jueves, 28 de octubre de 2010

UN MINISTRO INCUMPLIENDO LAS NORMAS




“El miedo conserva la vida”, dice el viejo proverbio, y todavía se encuentran albañiles que si les pidieras las fotos de aquellos tiempos que estaban trabajando en una obra, veríais que estaban en la forma que más cómodos le resultaba trabajar, sin molestos y pesados cascos, zapatos de suela metálica, guantes, engorrosos e incómodos arnés, etc….


Pero en los últimos años se da la mala circunstancia de que los políticos y liberados sindicalistas, con la excusa de aquello de la “seguridad e higiene” en el trabajo, y con el oculto objetivo de reducir los gastos de la seguridad social ocasionados por las bajas por accidentes laborales, así como dar de comer al montón de numerosos funcionarios enchufados que viven de la excusa de la “prevención en seguridad e higiene”, han hecho obligatorias una serie de normas que dificultan mucho el poder trabajar bien y con la debida comodidad y eficacia, basada por ejemplo, en la obligación de llevar casco, zapatos metálicos, guantes, gafas, chalecos, arnés, etc… etc… Y dada la gran dificultad de hacer cumplir esas normas, las sanciones son exageradamente punibles con multas que más bien parecen un atraco a mano armada.


Vamos a ver: Trabajando en la albañilería no se aguanta toda la jornada con un incómodo y pesado casco en la cabeza. Los zapatos metálicos dan una calor espantosa en verano. Los guantes no son aconsejables, salvo para tocar cosas que los requieran, puesto que afinan y estropean la piel, etc… etc…. Pero no dejaría de decir, que cuando se ve claramente el peligro, es cuando hay que ponerse estas protecciones, porque, por ejemplo, ¿qué ladrillo o piedra puede caerle a la cabeza a un peón caminero que auxilia en la construcción de una carretera, salvo que no sea la cagada o meada de un pájaro?.


Accidentes, claro que se producen, pero se da la circunstancia que sobre la inmensa mayoría de los accidentados no se señala a qué nacionalidad pertenecen y que además son gente que no van con cuidado, y que trabajan de cualquier manera en las obras, y eso escapa totalmente al control y exigencia del empresario. Y no hablemos de denunciar, que denunciar no quiere hacerlo nadie, por los posteriores problemas que conlleva hacer esas tonterías: nadie que este cuerdo quiere buscarse problemas ni creárselos a los demás. Y quien tenga plan de denunciar, se arriesga mucho, y mejor que empiece denunciando a su propia madre (así se ahorrará muchos problemas que inevitablemente vienen luego consecuencia de las denuncias).


Pero claro, el primero que incumple las leyes son la misma Administración, donde podemos ver en la foto aquí insertada en la portada del presente artículo al que fuera ministro de Trabajo e Inmigración del gobierno Zapatero, el Sr. Celestino Corbacho, en plan currante de la construcción haciendo el tajo, pero que no cumple las normas, siendo él el primero que debería de dar ejemplo. En la foto que adjunto se ve al ministro sin gafas protectoras ni guantes, pero con quien quizás sea el jefe de obras, con las gafas, casco y cinturón de seguridad. ¿No tendría que tomar nota alguno de esos jodidos inspectores de la prevención de riesgos laborales?. Para ese caso la multa podría ser de entre los 1500 y los 36000 euros (no lo sé muy bien, pero como ya he señalado, son multas más propias de ladrones de guante blanco como acostumbran a ser los políticos de nuestro país, y eso creo que lo respondería mejor algún empresario de la construcción de aquellos que siempre están a pie de obra). ¿Se tendría que pagar esa multa con los fondos del gobierno, es decir, con el dinero de los contribuyentes a los que nos joden y nos obligan sin piedad a cumplir las normas que ni ellos mismos cumplen?.


 Como podéis observar, una vergüenza. Y lo mejor es que se quitaran esas absurdas leyes y normas, y dejasen trabajar a los albañiles en paz. Y quien no tenga cuidado, y se lastima o se mate, pues ala, al cementerio,….pero, por favor, que no tengan que pagar los justos por pecadores, ya que chusma irresponsable los hay a montones. Lo ideal sería volver a los nostálgicos y viejos tiempos en que los albañiles éramos felices y trabajábamos como Dios manda, sin absurdas e incomprensibles normas, que además encarecen muchísimo el acabado final.



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