domingo, 26 de septiembre de 2010

ORIGENES Y FUNCIÓN DE LA ALBAÑILERIA



Desde que el hombre salió de las cavernas para constituirse en civilización, no se ha cesado de ir construyendo y perfeccionando el oficio. En tiempos pretéritos era más bien oficio destinado a los esclavos, por su dureza. Cabe pensar en los antiguos egipcios, con los primeros albañiles que hicieron una huelga para pedir mejoras alimenticias a base de grano y cerveza al faraón (ya que en el Antiguo Egipto no existían las monedas,un invento más bien griego), pasando por el imperio greco-romano, la época feudal, y los diversos estilos de a continuación: renacimiento, barroco, rococó, neoclasico, etc..., hasta llegar al invento del cemento portland y el hormigón, de a finales del siglo XIX, en plena revolución industrial, que revolucionaria la construcción a base de cemento, hierro y ladrillos, cuando antiguamente era a base de piedras y mortero.



Antiguamente, al menos hasta el siglo XIX, el oficio de albañilería era un oficio gremial. Para pertenecer a él, el aspirante debía ser presentado por un miembro y ser aceptado formalmente como aprendiz. Una vez dentro del gremio, con mucho trabajo y practica, aprendía y podía conseguir distintos grados hasta llegar a maestro, que ya que por entonces tenía una consideración social importante la persona que sabía hacer correctamente las cosas, en unos tiempos de extendido analfabetismo. El Maestro de Albañilería era el responsable de la ejecución de las obras, supervisado únicamente por el arquitecto, es decir que, por ejemplo, el mismo aparejador era quien ejecutaba y materializaba las obras, distinto a hoy en día que es un señor bien vestido, que sólo viene a supervisar, observar, y dar indicaciones en las obras, sin apenas tener idea del trabajo manual puesto que no lo ha mamado. Los tiempos actuales han cambiado, y hoy en día se impone la especialización de las empresas particulares y la libre competencia, aunque en Catalunya existe el "Instituto Gaudí de la Construcción", una institución que se dedica a la enseñanza y formación de los supuestos futuros albañiles y peones
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Hoy las normativas han cambiado (y a por peor), y se va perdiendo aquel origen gremial en el que a base de práctica y méritos se iba formando el albañil. Hoy exigen absurdas largas horas de inútil teórica y un carnet, lo que tan solo contribuye a confundir y a perjudicar a los veteranos sin tiempo para esas cosas, cuando lo razonable es dejar que la valía de un albañil la ponga la misma libre competencia en el mercado, es decir, si un albañil es malo, pues no se le contrata o no se le da trabajo.


 El oficio de paleta supone la realización de multitud de tareas en lugares muy dispares y usan una gran gama de herramientas (tanto manuales como eléctricas) y de medios auxiliares (escaleras, andamios, borriquetas, etc.). Así, pues, el trabajo de albañil consiste principalmente en la construcción y reparación de edificios hechos de ladrillos y materiales similares.


Hay que tener presente que cualquier obra manual requiere concentración y hacerla con gusto y con bastante amor al trabajo, por eso conlleva equipos con bastante mal humor, aunque los hay que al mal tiempo saben poner buena cara. Los albañiles tienen la responsabilidad de ser rigurosos y perfeccionistas, ya que en su quehacer diario, al estar sometidos a una cruda competencia, no hay margen para el error o para un mal acabado, con lo cual tiene que dar lo mejor de sí con sus propios talentos ocultos.


El cliente paga para obtener unos resultados satisfactorios, y eso es a lo que siempre deben de tener en cuenta para a largo plazo no ser pisoteados por la dura competencia que tienen entre sí el resto de las empresas constructoras. De muy poco sirven las escuelas teóricas de tantas horas para obtener el dichoso carnet que no dice nada, salvo que has asistido unas determinadas horas en unas clases. El oficio es manual y se aprende a base de mucha práctica, poniendo mucho interés y voluntad en aprender, y poniendo también lo mejor de los talentos de uno mismo: por eso cada albañil es diferente y tiene sus propio estilo de trabajo, su propia metodología, y su propia manera de improvisar a cada caso. Es pues, un oficio que se mana con los años de práctica, y desde luego de muy poco sirven las clases teóricas de una aula y esos dichosos carnets que no prueban nada, ya que lo único que prueba la valía, preparación y capacidad de un albañil es el resultado final de su obra y trabajo acabado.

Normalmente lo que suele saber hacer un albañil es:

* Construcción de cimientos.
* Construcción de obra ordinaria.
* Construcción de fábrica (que así llaman a las paredes) con utilización de ladrillo visto, piedras o bloques.
* La construcción de cubiertas de tipo cerámicas principalmente.
* La realización de tareas de revestimiento con cubiertas con tejas sean tipo árabe o planas.
* La construcción de tabiquerías, y cualquier clase de paredes interiores.
* La realización de enlucidos con la utilización de morteros extendidos y remolinados.

O sea que sus objetivos principales son empezar el edificio desde los cimientos, terminarlo por el tejado, y a partir de aquí ir bajando en los acabados interiores.


Por hablar de fiestas, diré que el 13 de junio, San Antonio, es la festividad del patrono de los albañiles, y los amos (patronos), suelen invitar a sus trabajadores a una comida. Es una tradición que se practica en el ramo, y que viene desde la Edad Media, según se dice.


Actualmente la albañilería, debido a la dura crisis por la que estamos pasando hoy en día, es un trabajo muy poco valorado, muy poco pagado, muy sufrido, y además es considerado un trabajo de alto riesgo para la salud. Y por si fuera poco, un oficio que se ha complicado mucho con las muchas absurdas nuevas normas administrativas. Al igual que muchos otros oficios, podría clasificarse de incierto, por culpa sobretodo de las exigentes normativas, de la crisis económica, y de la sobrante mano de obra que ha causado el anterior “boom” inmobiliario.


 Personalmente opino que sería algo muy bueno que se volvieran a los mismos métodos, maneras y costumbres de la época del Tito Paco, en la que cualquier aficionado podía construirse su propia casa sin que nadie se metiera con él (y menos la burocracia) y se salía bastante bien, aparte que suponía motor de la economía al consumir los materiales de construcción y facilitar trabajo en otros sectores, tales como carpinteria, lampisteria o herrería, por citar tres ejemplos.

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