Teniendo ya seca o casi seca a base del suelo sobre la que
se asentará la obra vista, o demás modalidades de ladrillo, las marcamos con
unas líneas de azul de tiralíneas, y luego los ladrillos en seco las repartimos
de modo que de un extremo al otro el ladrillo termine entero o medio por la
parte que ha de ser más vista, con las juntas más o menos gruesas, hasta que
encajen bien repartidas con las medidas indicadas en los planos. Una vez bien
puestos y repartidos los ladrillos, se marca en el suelo una línea indicativa
del lado de la junta donde acaba.
Se ponen los ladrillos e los dos extremos,
para que fuera de esos dos extremos poder clavar un par de piquetas con los
hilos bien tensos, que sirvan de guía para la colocación ya en mortero de los
primeros ladrillos de obra vista, recogiendo los que ya están repartidos, y
colocándolos tal como están de repartidos, y con el grueso de la justa
escogida, tras un cálculo aproximado de lo que tiene que ser de grueso la junta
para que los ladrillos lleguen enteros a la altura deseada.
Una vez hecha la primera hilada, en los extremos se levantan
ya 2 o tres hiladas más, para que sequen y que han de formar lo que será la
esquina para el soporte de los reglas que se aparecerán con yeso y bien
aplomados en los dos extremos. Sólo o auxiliado de un peón, hay que tener
cierta destreza en colocar bien aplomados los reglas, comprobando sus
respectivos lados con la plomada, de la cual al tocar un extremo, para que con
el de abajo la plomada casi toque la regla y deje pasar algo la luz con una
distancia parecida al grueso de una delgadilla hoja de papel. Si el peso de la
plomada toca la regla, es que no está bien. Con unos trozos de ladrillo
acantonados, se pegan con yeso con la esquina de la pared y el regla, hasta que
tome la forma de que estará bien agarrado e inmóvil a plomo el regla
propiamente dicho.
Una vez colocados los reglas, se marcan los niveles de cada
hilada, ya bien calculadas, y con auxilio del metro, que es por donde
tensaremos el hilo de línea, por cada nueva hilada que levantemos. Para
calcularlo, supongamos que queremos dejar un centímetro de junta, pues hay que
sumar la altura del ladrillo visto a colocar más el centímetro para la junta
del ladrillo, y dividirla por la altura que queremos dejar el acabado, y si
sale alguna diferencia, esa diferencia se tendrá que repartir entre la cantidad
de hiladas, que suelen ser de fracciones de milímetro, para que el acabado
encaje bien.
Una vez calculada la medida definitiva que tiene que hacer cada
hilada, marcar cada una de ella, sumando una sobre otra con una calculadora y
auxiliándose con un metro que desde el extremo sostendrá inmóvil un peón.
Es
importante dejarlo todo bien marcado y luego comprobar por medio de nivel láser
si las rayas de las hiladas coinciden entre todos los reglas aparedadas con
yeso, aunque antiguamente se comprobaba con nivel de manguera, que naturalmente
estaba basada en la ley física de vasos comunicantes, cumpliendo los Principios
de Pascal (que quienes no sepan qué es eso, tampoco tiene importancia hoy en
día que ya todos los niveles se miran y comprueban con láser, que son más
prácticos, fiables y seguros, ya que si la manguera de nivel está deformada, o
dentro se han formado burbujas o la pisa alguien, no da la indicación exacta.
Claro que quien todavía siga usando los viejos niveles de manguera, las tendrá
que volver a rellenar de agua cada vez que lo utilice, para asegurarse de que
no se han formado burbujas en el interior, aunque sé el caso de un albañil que
conozco que para hacerlo más visible, lo rellenaba de vino, aunque tampoco eso
es solución, ya que dentro de la manguera queda manchado el color del vino.. De
esta manera todo ya bien marcado, se puede construir a toda prisa y sin el
temor de que se cometerán errores, ya que todo está bien calculado y marcado.
Antes de que se seque completamente el mortero de la obra
vista, hay que refundir las juntas al gusto pretendido con un trozo de varilla
redonda doblada, y limpiar las manchas de mortero de la obra vista con un
esparto o un cepillo.
Si se deja que el mortero se seque (como muchas veces
hacen los albañiles o peones chapuceros), luego limpiar el ladrillo se
convierte en una pesadilla, y al final hay que recurrir a soluciones químicas
de desincrustante, con lo cual no vale la pena perder el tiempo por pereza o
por quedarse un tiempo más en la obra.
Se recomienda siempre mojar los ladrillos (sin ahogarlos de
tanta humedad), porque así el mortero se coge mejor, y queda más fuerte y
adherido, formando una pared más sólida. Aunque hay albañiles que para ganar en
prisas y lograr que el mortero se seque antes y manche menos los ladrillos,
pues no los mojan, siendo luego más fácil y rápido de limpiar, eso sí, pero la
pared caravista aunque se ve igual de bonita una vez acabada, queda mucho más
floja, y presta más fácil de derruir en el futuro.
Cuando construimos una casa o un bloque de pisos de obra vista, ponemos en la miles de ladrillos de cerámica "caravista", un ladrillo mucho más caro que el típico gero o la típica tochana, y en el caso de los pisos incluso llegamos a colocar millones de esos ladrillos. Pero esos ladrillos no son siempre enteros que se colocan: siempre hay sitios que precisan corte, sea por pasar al lado de un pilar, o por llegar a una distancia que requiere corte, y como las hiladas alternas se repiten, pues urge la necesidad de cortar miles de la ladrillos de la misma forma.
Para hacerlo, se usa una máquina de mesa, de cortar con sierra tipo rubí o diamante, con la correspondiente pasada por agua (que impide que se levante el polvo, aunque no del todo), poniendo clasificados en diversos palets, las diversas piezas cortadas en la forma deseada, que pasan a ser por miles. Para eso se precisa de un peón especializado y con cierta capacidad de cortar bien empleando las dos manos.
Recuerdo que cuando yo era peón, más de una vez me tuve que pasar todo el día tras la máquina de cortar obra vista, cortando miles de ellas sin parar. En la máquina, que debajo tiene como una caja con agua por donde pasa el disco, de tanto cortar al final se te convierte en una caja llena de barro que cuando ya está llena, hay que quitar ese barro procedente del corte de la obra vista y limpiarlo.
Claro que como al cortar el ladrillo siempre te mojas, te hace falta trabajar con los guantes de goma puestos, así como el traje impermeable, ya que te salpica bastante por el cuerpo, así como las botas de agua, unas gafas de protección, una mascarilla de cubrir la nariz (que nunca cubre del todo y al final de la jornada se te forma dentro de la nariz como una costra de mocos con barro pegado) y un sombrero para protegerte del polvo. Casi pareces un buzo cuando tienes que ponerte esta vestimenta, y la cara se te queda roja y sucia por el polvo y el barro. Y por si fuera poco, todo el día aguantando el horrible ruido del corte, que al llegar la noche se te hace difícil de dormir.
Por eso esta es una de las faenas más desagradables de la construcción, pero que tienen que hacerse, o la obra vista no avanza. No digo que siendo peón, pero ya incluso siendo oficial también tuve que dedicarme muchas horas en el corte de la obra vista, hasta formar una buena montaña de piezas cortadas, para luego disponer de materiales con las que levantar las paredes de obra vista. Un trabajo muy sacrificado que muy poca gente conoce, y por eso son muy pocos los que quieren hacerlo.
Cuando cortas, hay que cortar despacio y sin hacer demasiada fuerza, ya que de no ser así, el disco de diamante (que es bastante caro), se desgasta; mientras que si se corta bien, un disco puede durar mucho tiempo, incluso un par de años de cortar sin parar, antes de cambiarlo por otro nuevo. Naturalmente es la mano de obra chapucera y su mala técnica en el corte la que hace que los discos se desgasten rápidamente y precisen ser recambiados.
Por la noche inevitablemente tras quitarte la ropa bien sucia con polvo de arcilla del ladrillo de obra vista, tienes que ponerte en la ducha y lavarte con gel y champú, por lo menos dos veces seguidas, ya que es tal la suciedad pegada en la piel y en los cabellos. Como ya dije: ¡una faena horrible!.
Ya cuando era jovencito que empecé como peón, y me pasé por lo menos tres días seguidos cortando montañas de obra vista, le dí tanta lástima al jefe cuando me vio tan sucio, que me ordenó dejar de cortar y hacer que esos trabajos fueran turnándose los distintos peones, es decir, haciendo rotaciones, ya que nadie quería ponerse a cortar con la infernal máquina.
Lo cuento porque seguro que quien vive en alguna vivienda de obra vista, no creo que sepa demasiado de ese detalle del ruido, polvo, tormentos y sudores que ha costado tener que levantar el hábitat donde vive. Y cada vez que vez el dichoso edificio de obra vista, ya terminado con el paso de los años, se te hace inolvidable pensar en las montañas de obra vista que cortaste, y en los miles de ladrillos ahí colocados que pasaron por tus manos.
YA SE HAN INVENTADO LAS MÁQUINAS QUE PONEN LA OBRA VISTA. VEAMOS UNA DE ELLAS:
exelente,la explicación.gracias¡estoy por hacer una casa en la planta alta de mi casa,y estoy buscando mucha información.
ResponderEliminarEspero que te haya sido de utilidad. Como puedes ver, en el caso de poner ladrillos "obra vista", el acabado se ve muy bonito, pero tras eso hay un trabajo muy sacrificado y duro, sobretodo en cuanto hace al corte de las piezas de obra vista. Cordiales saludos.
Eliminarmire.. estoy haciendo una losa y tengo el encofrado.. cuanto de cemento de arena y piedra debo hacer para comenzar a llenar... ya que tengo un trompo para realizarla.. saludos
ResponderEliminarmire.. estoy haciendo una losa y tengo el encofrado.. cuanto de cemento de arena y piedra debo hacer para comenzar a llenar... ya que tengo un trompo para realizarla.. saludos
ResponderEliminarhola.. sabe que estoy haciendo una losa y tengo listo el encofrado... queria saber cuanto de cemento arena y piedra debo utilizar si lo quiero llenar haciendolo yo con un trompo.. espero ayuda.. gracias
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