Complicado decir y definir qué es la masonería.
Según los ritos inglés, escocés y norteamericano, se define así: “Un hermoso
sistema de moral revestido de alegoría e ilustrado con símbolos”. También: “
Una ciencia que se ocupa en la investigación de la verdad divina”.
Los masones
alemanes concretan más y la definen: “La actividad de los hombres unidos
íntimamente, sirviéndose de símbolos tomados principalmente del oficio de
albañil y de la arquitectura, trabajando por el bienestar de la humanidad,
procurando en lo moral ennoblecerse a sí y a los demás, y, mediante esto,
llegar a una liga y paz universal, de que aspira a dar desde luego muestra en
sus reuniones”. Tiene por divisa: “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, el actual
lema de la República Francesa.
La masonería es una sociedad
secreta medieval que ha perdurado hasta nuestros días. Fue originaria de
Inglaterra.
Masón viene de maison que significa "casa" en francés ( “mason”
en inglés, y “maçon” en francés, que ambas palabras significan “albañil” o
“constructor”, a pesar de que “albañil” es de origen árabe) .
Pero ya de mucho antes que esto, los masones
atribuyen su origen, aparte de los antiguos constructores egipcios, a Hiram
Abif, el arquitecto del Templo de Salomón (el anterior al Templo de Herodes de
los tiempos de Jesús, y cuyo tesoro fue saqueado por el general romano Cneo
Pompeyo Magno), conocedor de técnicas sorprendentes de arquitectura y al que
asesinaron sus propios aprendices intentando arrebatarle sus conocimientos.
Esos
conocimientos de cada uno de los maestros constructores pasaron a los romanos (el
arquitecto Vitribio, entre otros), y a los constructores godos de las sólidas
fachadas de piedra, y al final buena parte de estos conocimientos sobre
construcción y arquitectura, que apenas no variaron desde las épocas más
remotas, se transmitieron a los constructores de catedrales góticas del
medievo, sobre todo a los asentados en Escocia, lugar donde se considera la
cuna de la masonería.
Tales
conocimientos de albañilería y arquitectura
eran aprendidos a pie de obra, en los tajos de aprendices o peones que
con mucha práctica y trabajo llegaban a oficiales o maestros albañiles, de mano
de quienes anteriormente habían trabajado en ello, perfeccionando sus
conocimientos, que estaban basados en el ingenio, la práctica y la institución
de cada albañil y arquitecto, aunque esos conocimientos se pudieron transmitir
también por escrito, como conocemos, por ejemplo con los libros de arquitecto
romano Vitrubio, aparentemente la única obra de arquitectura que nos queda de
la Antigüedad.
Naturalmente influían las costumbres de cada lugar y los
materiales de la zona, pero en muy poco habían variado los conocimientos de
albañilería y arquitectura, con los trabajados de la piedra, la elaboración de
las argamasas, los sistemas de apuntalamiento y la ingeniería de tecnología en
preparación de andamiajes, poleas y grúas manuales.
Un trabajo muy duro, por cierto, sometido a
los rigores de la intemperie, a los vaivenes sociales tales como crisis
políticas, guerras, años de hambrunas, muy desgastante físicamente, que fue muy
apreciado y valorado, que partió de una necesidad de construir edificios tanto
civiles como religiosos, y que a base de perfeccionarlo se fue convirtiendo en
arte, y los miembros de ese gremio, en unos sabios muy cultos y preparados en
cuanto se refiere a la construcción, que se iban convirtiendo en entes corporativizados,
en cuyo origen está lo que acabaría siendo la masonería.
Las cosas se tenían
que hacer bien y con mucha sabiduría porque si no se hacía bien, la edificación
se derrumbaba y luego habría que hacerlas otra vez, y sería más de dos veces el
doble de caro y de pérdida de tiempo.
Así que tenían que poner mucha práctica,
mucho ingenio, mucha voluntad, mucha paciencia, y sobretodo mucho, pero que
mucho trabajo, como la única manera de aprender lo que luego se iría
transmitiendo a las nuevas generaciones.
En la edad medía el
analfabetismo era totalmente extendido, excepto entre las clases dominantes
(realeza, nobleza y alto clero), pero existía un grupo de profesionales, los
constructores de catedrales, iglesias, palacios, castillos, etc…, formado por
maestros albañiles y arquitectos, que de alguna manera se consideraban a ellos
mismos un gremio elitista aparte.
Ellos conocían el arte de picar piedra, de
moldearle y darle forma y conocían también el cálculo y la técnica necesaria
para levantar dichas construcciones.
Y esos conocimientos secretos sólo
formaban parte del gremio, y se transmitían de generación en generación, de
maestros a aprendices, tratando de perfeccionar y mejorar tanto el método de
trabajo como el arte de la construcción propiamente dicha.
Por ello,
empezaron a darse cuenta que todo en el universo estaba regido por unas normas
universales, matemáticas, científicas y lógicas. Y consideraban por tanto al
Dios cristiano como el Arquitecto Universal de todo lo existente.
La masonería,
que en principio estaba formada por miembros del gremio de la construcción,
evolucionó poco a poco admitiendo a libre pensadores, médicos y filósofos,
comerciantes, y demás elementos de la nueva y emergente burguesía ilustrada,
formando las “logias masónicas”, herederas de los antiguos colegios de barrio
romanos (algo parecido a las asociaciones de vecinos, pero con intereses
concretados).
Esa masonería, a su vez se acercó a las clases nobles y altas,
para atraerlas a su órbita, en un mundo donde aparentemente las libertades no
formaban parte del orden social.
Esas logias de profesionales albañiles
utilizaban un lenguaje simbólico vinculada a las herramientas que empleaban:
maza (fuerza), inteligencia (cincel), compases, reglas, plomadas, balanzas, paletas, manuales, etc…
Hoy en día los masones están por todos lados. Se reúnen en logias, y cada
logia tiene sus normas pero respetando siempre la filosofía transmitida desde
la gran logia de Inglaterra, cuna de la masonería.
El poder absoluto siempre se había opuesto a la
masonería ya que actuaba esta como una quinta columna dentro del país, y de ahí
que siempre hubiera choques de distintos intereses, y fueran perseguidos o
actuaran desde la clandestinidad.
Por eso su continúo enfrentamiento con la
Iglesia y el poder real; pero su complicidad (junto con los llamados “illuminati”
–conspiradores en la sombra, como sociedades secretas, y haciendo suyos el lema
masón de “libertad, fraternidad e igualdad”-, muchos de los cuales eran
miembros de la masonería) en la preparación de la Revolución Francesa, seria
clave para hacer caer al Antiguo Régimen, e instaurar otro régimen de corte más
liberal, de alguna manera ya iniciado con el conocido Código Napoleónico.
Naturalmente con el paso del tiempo hasta nuestros días han ido evolucionando
esos ritos y objetivos esta especie de
secta, ya muy fragmentada y con diversos nombres, que tuvo lugar su origen
entre los primeros albañiles, y han pasado a constituirse las familias más
ricas y poderosas del mundo que controlan desde la sombra la banca y las
multinacionales (el poder económico, e indirectamente el poder político).
Habría que hablar que lo que queda de ella, de alguna manera, ya de forma muy
diversificada, ahora lo que son, por ejemplo, el Club Bilderberg, la
Trilateral, el FMI, Goldman Sachs, las distintas Mafias hermandadas como la
italiana, rusa, china, japonesa, incluso de alguna manera los propios partidos
políticos controlados desde el aparato del poder y sin listas abiertas en su
control, etc.. Pero esto es ya otra historia.
Las élites poderosas de la
masonería se fueron separando del obrero albañil de base, ya de origen
emigrante y analfabeto, con el resurgir de la Revolución Industrial que daría
lugar al descubrimiento de lo usos industriales del hierro, y a la fabricación
de ladrillos y de cemento portland en gran escala, que cubriría las necesidades
de vivienda de una gran masa de la población excluida socialmente hasta
entonces, formados por obreros, trabajadores, campesinos jornaleros sin apenas
propiedades, y en definitiva el proletariado, que ya apartados de la élite
masónica y gremial, tomarían conciencia de clase con la creación de los partidos
políticos y sindicatos obreros, siendo el Sindicato de Albañiles, por ejemplo, el
primero en obtener la jornada laboral de 36 horas, en Sevilla, en el fatídico
año 1936 que estallaría la Guerra Civil Española.
Esos cambios sociales que
trajo la Revolución Industrial haría posible dar viviendas baratas para los
obreros cerca de los lugares de producción, y la construcción de grande
viviendas para la nueva burguesía pujante.
Y esto llegando a los tiempos
presentes, con el descubrimiento y fabricación de diversidad de materiales para
la construcción, y las distintas especializaciones para ello: yeseros,
colocadores de pladur, alicatadores, tuberos, canalizadores y cubiertistas,
etc…., que dejarían aparte el antiguo y tradicional albañil experto y
experimentado en el arte de la construcción de cada parte de la vivienda,
comenzando por los cimientos, llegando a la cubierta de tejados, y pasando por
los acabados tanto interiores, como exteriores.
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