El hormigón debe su resistencia a la composición granulada
ligada por una pasta formada de cemento y agua (normalmente cemento portland,
que suele ser de color gris). Además de la arena, lo componen rocas en forma de
grava y de guijarros. La grava da
consistencia y resistencia al hormigón. Compacidad y solidez varían según la
granulosidad de la grava, que podemos clasificar en tres categorías: grande,
mediana y pequeña. Para los hormigones corrientes es suficiente con la grande.
La grava utilizada se debe lavar, para quitarle toda la
arcilla y demás impurezas. Este tipo de impureza perjudica la homogeneidad del
hormigón. La particularidad del hormigón que realiza el albañil aficionado es
que presenta una granulosidad “discontinua”: este término indica que el
hormigón está compuesto por conglomerados muy finos (arena) y otros más grandes
(grava). Esta variación importante entre los diferentes conglomerados no se
encuentra en los hormigones fabricados industrialmente, ya que presentan una
granulosidad continua, dando como resultado un hormigón más resistente; sin
embargo, el hormigón de granulometría discontinua es muy satisfactorio, y
aplicado según necesidades constructivas, y en función del espesor de la capa
de hormigón que se pretende dar, así como el acabado de la superficie.
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