Como ex operario de la construcción (en la
actualidad llevando mucho tiempo en el paro, y sin perspectivas de encontrar
trabajo), y respondiendo a una carta que me ha llegado de un funcionario de la
Junta de Castilla y León, me pongo a contestarla, y compartirla con vosotros
para que expreséis vuestras opiniones. Más abajo la publico tal y como la
recibí, aunque debo de aclarar que la carta ya es vieja, ya que es de más o
menos a principios de 2010, hace ya tres largos y horribles años, en los que
los pobres currantes de la construcción somos los más castigados por la crisis
y el paro, y no disponemos del privilegio de los funcionarios de tener nómina
vitalicia, que ya quisiéramos. Como me siento aludido, paso a responderla:
No se puede comparar el trabajo de un
funcionario español con el de un pobre albañil: cuando se tiene el empleo de
por vida, como es el caso de los funcionarios de nuestro país, es casi imposible
encontrar razones para mejorar el desempeño. En estos casos ocurre todo lo
contrario: muchas veces se empeora el desempeño, transformándose en la más
abyecta gandulería, y con el servicio más pésimo y lento. Uno se metió a
funcionario, aprobó las oposiciones, lo
destinaron en tal lugar, y ya empezó a acomodarse y a relajarse, trabajando y
sufriendo lo menos posible, y al mismo tiempo reclamando siempre el máximo de
comodidades, ya que todo lo paga el Estado (con los impuestos a los que obligan
a los demás, naturalmente). Claro que antes se tenía la idea de quien se metía
a funcionario, era porque no servía para otra cosa, aparte de lo completamente
injusto que es que quien no consigue una titulación, se la tenga que marginar
según qué trabajos. La libertad debería de llegar también a la libertad
laboral: cada cual tiene que tener una oportunidad para desempeñar cualquier
labor, y que sea el libre mercado el que ponga a cada uno en su sitio. Claro
que la formación y preparación siempre sirve, pero a veces obligan a estudiar
ciertas materias, o no se tienen ciertas capacidades para determinadas cosas,
que hacen imposible aprobar, pero si se tienen otros talentos o cualidades que
a una persona la pueden hacer apta para ese trabajo que las titulaciones o las
oposiciones impiden de poder desempeñar por incluir en sus exámenes materias
para las que uno no está apto o preparado, cosa que lleva a un despilfarro y
desaprovechamiento de los talentos tanto del mercado como del país, y lo mismo
que a la discriminación de la libertad de oportunidades. No todo el mundo era
borrico, ya que en la construcción llegar a oficial exige una preparación que
sólo puede venir con los muchos años trabajando y sudando y con la experiencia.
Cuando empecé, por allá en los años 70
del siglo pasado, para llegar a oficial se consideraba que necesitabas un
mínimo de 5 años para aprender en las obras, antes de que fueras oficial (que
los habían de tres categorías: oficial de 1º (el que sabía hacerlo todo en
albañilería), oficial de 2º (el que sabía hacer lo básico, aunque no se salía
del todo con el acabado final), y el oficial de 3º (que ya empezaba a saber
hacer alguna cosa).
En la época del boom de la era Aznar-Zapatero, era tal la
necesidad de mano de obra en la construcción, que cualquier avispado era capaz
de montar una empresa de construcción igual que un chiringuito en la playa, en
la que las chapuzas estaban servidas. Pero era tal la escasez de mano de obra,
que a cualquiera que supiera manejar un poco la paleta, se le aceptaba, y no
necesitaban otra cosa que las ganas de trabajar para abrirse paso: daban forma
a las chapuzas, y los verdaderos oficiales les daban los retoques finales para
como mínimo dejar bien los acabados. Faltaba tanta mano de obra que los
constructores tenían que ir a los bares que frecuentaban después del tajo, para
ir a buscar paletas de otras empresas ofreciéndoles mejores sueldos, e incluso
a sus propias casas y algunos más atrevidos en las propias obras,…ante una situación
así ¿para qué iban a hacer falta unas oposiciones como las de funcionario para
disponer de un curro, y que encima se ganaba igual e incluso más que la media
de los funcionarios?. Pero no olvidemos que en comparación a la floja y cómoda
faena de funcionario, lo de ejercer de albañil era un trabajo muy duro,
arriesgado y sucio: el muchacho empezaba de peón, y venga a hacer pasta y a
mojar los ladrillos para servirlos,…¡niño, la pasta!, era uno de los gritos más
sonados por las obras. ¿Existen acaso funcionarios a los que sus comodicas
superiores les griten para apretar el trabajo?.
El trabajo de albañil era duro, pero se pagaba, y no era nada comparable
a la comodidad y pasividad de un funcionario, donde apenas no tiene a nadie que
le grite, porque no tiene patrón, ya que todos son cómplices de vivir a
expensas del Estado, y ya se sabe que en “donde no hay patrón, no manda
marinero”, y a los superiores funcionarios les es más fácil y cómodo mantener
la pasividad y no cabrear demasiado al personal de la privilegiada corporación
funcionarial, que al fín y al cabo todos cobraban igualmente todos los meses
por la vía de los impuestos que otros pagaban con su sudor y esfuerzo.
Tal era la necesidad de albañiles preparados, que cualquier chaval que empezaba como peón, rápidamente era promocionado, y los empresarios constructores tenían la equivocada idea de que eso iba a durar siempre, y por eso les hacia falta esa mano de obra para el largo plazo, que a casí todos los que entraban les decían algo así: “si quieres, puedes quedarte para siempre”, que claro, es fácil adivinar que no son muchos los que quieren dedicarse a la construcción, el oficio más duro, más español, y al mismo tiempo más desgraciado del mundo, que en nada se parece al cómodo trabajo de un funcionario, que encima dispone de nómina vitalicia, mientras que si un albañil no rinde o no se comporta, se le da una patada al culo para arrojarlo a la puta calle. Si hace unos 30 años, para llegar a oficial, un joven necesitaba unos 5 años de trabajo en la obra, en los tiempos de la bonanza a cualquier joven en 6 meses ya lo nombraban oficial de segunda, y ese mismo si era listo, al cabo de otros 6 meses se ofrecía como oficial de primera, y venga a construir como locos, a dar forma a las chapuzas, que en la fase final los viejos oficiales mejor preparados terminaban por rematar y dar buen aspecto al acabado, ocultando los frecuentes defectos que aparecieron, producto de una mano de obra inexperta.
Y no digamos los inmigrantes que
cuando llegaban y se presentaban a las obras decían que eran oficiales, que
eran paletas, pero que no sabían ni poner bien un regla o una obra vista.
Recuerdo que quienes se decían oficiales albañiles, que eran inmigrantes
sudacas, tardaban el mismo tiempo en poner bien cada ladrillo de obra vista,
bien comprobado uno por uno cada pieza con el nivel y el plomo, el mismo tiempo
que un albañil español ponía 30 ladrillos (y bien puestos, por supuesto). Los
oficiales más expertos, muchos montaban sus propias empresas, o les hacían
encargados en las otras empresas más mayores, y claro ese nuevo cargo suponía
mayor responsabilidad y dirigir las cuadrillas a su cargo, pero menos trabajo:
la sapiciencia en el oficio vale dinero, pues ya sabemos ese típico defecto
español extrapolable a la casta funcionarial: cuanto más alto el cargo, más
alto el sueldo, y al mismo tiempo menos se trabaja (en el sentido del esfuerzo
cansado).
En aquella época, cualquiera que supiera manejar un poco la paleta
era fácilmente promocionable, el ascenso era rápido, el dinero fácil, en la que
primaba mucho la velocidad ( terminada la obra, la limpieza final), pero no la
calidad, de modo que habían mucha gente trabajando que no eran profesionales
del todo, pero si dispuestos a aguantar la dureza del tajo, cosa que no podían los
cómodos y pasivos funcionarios de la privilegiada nómina vitalicia. Por cada
oficial había toda una lista de gente que de profesionales tenían muy poco,
pues yo mismo me encontré a veces con hasta 6 peones que no se sabía donde
meterlos cuando otros oficiales enfermaban o no se presentaban al trabajo, con
las órdenes del jefe de que procurara que todos tuvieran trabajo, con lo cual
tuve que apretar por todos los lados ya que no me gustaba ver vagos a mi
alrededor que al final igualmente terminarían cobrando de lo producido con mi
sudor. Y digo que a veces incluso por cada oficial albañil, habían hasta 10
peones, ¿lo puede entender eso, el respetable funcionario?.
Claro, como que
esos jóvenes ganaban cantidades astronómicas, por trabajos mediocres, cuyo único
mérito era la velocidad en darle forma, que muchas veces un oficial tenía que
repasar y tapar los defectos, muchos de ellos, cuando todavía ni se habían
independizado y seguían viviendo con sus padres, estrenaban sus flamantes Audis
o BMW nuevos, que nos menciona el respetable funcionario en su carta. Claro que
se veían chapuzas en todas partes, que a mi personalmente me daban vergüenza, y
lo mismo me daba mala espina que cualquiera pensara mal de mí por un trabajo
que yo no lo había realizado, aunque estuviera en la misma obra, pero era así.
Claro que algunas veces si les dabas la orden de repetir un trabajo mal hecho,
amenazaban con abandonar la obra porque sabía que en el siguiente edificio les
aceptarían para trabajar, de tanta falta de mano de obra que había y de la
enfebrecida rapidez que hacia falta en que se terminará la edificación.
Y eso
que si eran autónomos (que los habían bastantes, porque en el sector de la
construcción predominaba el “contrato de obra”, es decir, trabajas mientras
dura la obra, y luego te vas a la puta calle, cosa que no le tiene que
preocupar para nada a ninguno de los privilegiados funcionarios de la nómina
vitalicia), pues a esos autónomos cabreados les salía más a cuenta dejar una
chapuza sin cobrar, que reparándola. Y no me refiero solamente a oficiales o
arribistas sin ton ni son, sino también a peones que no eran capaces de subir
por la escalera los sacos de cemento o los ladrillos que el oficial necesitaba,
si no era a través de una polea, o el montacargas, o que la grúa se hiciera
cargo de esto. Era la gandulería manifiesta, pues en épocas de bonanza sale
aflorando la gandulería, y en las de recesión los mejores y más competentes
incluso llegan a perder su empleo. En otras palabras: en los buenos tiempos,
aflora mucho la gandulería de la gente que se refía de que los trabajos lo
hagan los otros, como pillos que son; en los malos tiempo aflora más la maldad:
se ve y se nota más la maldad y la envidia, y todos se aplegan como lapas al
puesto de trabajo, por el miedo que produce el perderlo, viendo a los demás como un estorbo que les hace peligrar lo de perder el puesto de trabajo (el funcionario,
afortunado privilegiado que vive de los impuestos de los demás, nunca le tiene
que preocupar estar algún día en la deprimente situación de desempleo, y con
ello sin los recursos económicos seguros).
Claro que el respeto a la obra bien
hecha, había ido desapareciendo en los últimos años, que es lo que queda hoy en
día de los albañiles, pues ya no eran lo de hace 40 años, ya en los últimos
años que acabaron siendo más chapuceros y menos formados,…pero da lo mismo, hoy
por hoy tenemos tal stock de viviendas, que me atrevería a decir que en nuestro
país no nos va a faltar viviendas en por lo menos 40 años, aunque ya no se
encontraran albañiles capaces de levantarla. Y por si fuera poco, los
privilegiado funcionarios de la obra vitalicia han ganado poder adquisitivo con
la crisis que ha llevado a la incertidumbre y a la ruina a muchos albañiles:
ahora comprarse una vivienda les cuesta hasta más de un 50% menos que hace 5
años, y lo mismo los muebles de los que hay grandes stocks, así como también
como hay tantos albañiles en apuros, se ofrecen trabajar por presupuestos reventados, o
a un precio por horas muy bajo, de hasta un 75% más bajo que hace 5 años. Si es
verdad que a los privilegiados funcionarios les quitan la paga de Navidad (que
el mismo gobierno ha prometido volver a pagársela cuando lleguen tiempos
mejores), mientras que los albañiles se quedan en la incertidumbre y en la
miseria por la falta de trabajo, y aún así se quejan los pobres funcionarios.
Tal era la necesidad de albañiles preparados, que cualquier chaval que empezaba como peón, rápidamente era promocionado, y los empresarios constructores tenían la equivocada idea de que eso iba a durar siempre, y por eso les hacia falta esa mano de obra para el largo plazo, que a casí todos los que entraban les decían algo así: “si quieres, puedes quedarte para siempre”, que claro, es fácil adivinar que no son muchos los que quieren dedicarse a la construcción, el oficio más duro, más español, y al mismo tiempo más desgraciado del mundo, que en nada se parece al cómodo trabajo de un funcionario, que encima dispone de nómina vitalicia, mientras que si un albañil no rinde o no se comporta, se le da una patada al culo para arrojarlo a la puta calle. Si hace unos 30 años, para llegar a oficial, un joven necesitaba unos 5 años de trabajo en la obra, en los tiempos de la bonanza a cualquier joven en 6 meses ya lo nombraban oficial de segunda, y ese mismo si era listo, al cabo de otros 6 meses se ofrecía como oficial de primera, y venga a construir como locos, a dar forma a las chapuzas, que en la fase final los viejos oficiales mejor preparados terminaban por rematar y dar buen aspecto al acabado, ocultando los frecuentes defectos que aparecieron, producto de una mano de obra inexperta.
Aparte de que la facilidad de ganar dinero de
aquellos tiempos (porque corría abundante, y todos pagaban, ya que los
particulares se disputaban a los albañiles para no tener que esperar meses, e
incluso años en que acudieran a sus obras), y eso llevaba muchas veces al
desinterés en mejorar y hacer bien las cosas, ya que igualmente acababan de ser
pagadas, y todo el mundo tenía la fiebre de querer terminada su obra (tanto los
albañiles para coger nuevas obras, como por los particulares porque al final de las obras de reforma, el
valor de su inmueble se le revalorizaba, o sencillamente porque se quería
especular disponiendo de un inmueble que cada día valía más). Tan sobrecalentada
estaba la economía. Y no hacía falta meterse a funcionario, pues cualquier peón
de 17 años, lograba ganarse 1200 euros limpios, cosa que le permitía tunear su
cochazo, y todos esos excesos de joven rico de fin de semana, que incluso los
burdeles estaban llenos de clientela de las edades más jóvenes, que trabajaban
en un sector tan putero y machista como es el de la construcción.
Incluso me fijé en que empresas de lampistería
contrataban jóvenes recién salidos de la FP, pero que de formación, por lo que
se veía a las claras, muy poca tenían. Observé una vez que montaron una fosa
ecológica, con un depósito de recogida de las aguas pluviales para
aprovecharlas en el riego del gran jardín de la finca, que producía unos olores
horribles, que cualquiera pensaba que si es que allí había un cadáver
descomponiéndose, en un gran depósito enterrado que llenaba el espacio del
volumen de todo un comedor grande, y pasaron meses sin que nadie supiera el
origen de los olores, a pesar de vaciarlo reiteradas veces con una bomba de
agua, hasta que una vez me metí yo mismo dentro de aquel depósito bajo tierra, tras varias semanas de aguantar olores
insoportables de los cuales nadie sabía la causa (y eso no era mi competencia,
ya que eso se trataba de algo de la empresa de lampistas), que una vez allí
adentro, y con una luz descubrí de adónde venían los olores: pues precisamente
del agujero superior con el tubo que llevaba hacia donde estaba la máquina
ecológica y que tenían que salir el resto de las aguas pluviales cuando el
depósito ya empezaba a estar completamente lleno, y para cuya solución proponí fue que se
hiciera un tubo evacuador con sifón (que hice y empalmé yo mismo). Y así se
hizo, y se acabaron los malos olores. Con todo el dineral que costó
averiguarlo, y tan sólo yo logré verlo. Esa era el tipo de mano de obra que
tenían, y que por supuesto ni sabían hacer nada, ni tenían los suficientes
cojones para buscar soluciones a los problemas.
Y lo mismo en otra ocasión que ví que los impermeabilizadores de la
empresa de lampistería soldaban las telas asfálticas al revés en la pendiente
de una cubierta, que aunque se suponen que quedan como soldadas una encima de
la otra, al final, un buen día se puso a llover torrencialmente, y en la parte
de abajo (en el techo del interior de la vivienda) se vieron las manchas de
humedad, que tuve que subir en el tejado, quitar las tejas y encima de la misma
tela asfáltica, poner piezas de goma asfáltica en pendiente, unas encima de las
otras, en el mismo sentido de cómo si fueran tejas, cosa que solventó el
problema y ya no se volvieron a tener goteras. Pero expongo ese par de casos para que se
vea de cómo eran de chapuceros en muchas cosas la mano de obra de aquellos
tiempos donde todo eran prisas y se hacían las cosas de cualquier manera, y en
este sentido le doy la razón a la queja de ese privilegiado funcionario de la
nómina vitalicia. Lo que no sé es : ¿cómo se solventan las chapuzas en la
función pública?, porque me imagino que cuando las hay, los más perjudicados
son los ciudadanos, y naturalmente los funcionarios no son despedidos a la puta
calle cuando hacen mal las cosas (se tapan con el dinero de los impuestos,
imagino).
Y eso que también trabajaban peones con carreras
universitarias, pero no mejores, ya que conocí a uno que estudiaba derecho (se
trataba de un peón marroquí de 25 años), y no era capaz ni de poner los
ladrillos encima del andamio, que el albañil ya cabreado tuvo que bajar a ponérselo
él mismo. Era de tal gandulería el moro, que produce un sudor frío la idea que
un personaje así llegara alguna vez a juez, que seguro que por un lado sería
fácilmente sobornable y por el otro mucha gente inocente iría seguro a la cárcel,
como ya se le ve venir. Lo digo para dejarle claro a nuestro privilegiado
funcionario de la nómina vitalicia, que con toda razón no todos eran unos
benditos en ese salvaje mundo de los currantes de la construcción.
Conocí albañiles que se habían hecho la casa,
pero que en los últimos años del boom me confesaron que bajo aquellas
condiciones no hubieran podido hacerse sus propias casas, de lo carísimo que se
había puesto todo. Es verdad que se llegaron a los límites de lo imposible en
pagarse una vivienda, pero los bancos concedían tanta facilidad de créditos, incluso
con hipotecas de hasta 50 años, que además te incluía para los muebles,
electrodomésticos, el cochazo todoterreno, e incluso el viaje de novios dando
la vuelta por el mundo. El dinero no paraba de fluir, y los consumidores se
fiaban de la garantía de revalorización la propia vivienda que le cubría la
propia hipoteca. A veces yo preguntaba a pequeños promotores-constructores que
cómo lo hacían para obtener la financiación de la obra, y lo más que me
respondían era “endeudándose como hacen todos”, “porque no había otra manera de
poder pagar los gastos de la obra”, tal como me confesó un tal “Baleta”, que
era un albañil de mi edad, metido a promotor (y que luego acabaría
completamente arruinado, perdiendo hipoteca, casa, y hasta incluso su propio matrimonio
que se rompió).
Todos daban por bueno y normal endeudarse por encima de sus
posibilidades bajo el supuesto de que el exceso sería absorbido en poco tiempo
por el incremento del valor del inmueble que estaban construyendo. Llegado el
caso, si las cosas se ponían mal, bastaba con venderlo para recuperar el dinero
invertido con ganancias. Pero eso sólo fue así hasta que faltó poco para que se
produjera el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Tan fácil te lo ponían los
bancos que incluso aceptaban concederte la hipoteca por un 120% del supuesto
valor (lejos de aquel 80% inicial de financiación), y además en aquellos
momentos con un tipo de interés muy bajo. Eso explica la abundancia de dinero
de corría, a pesar de que todo estaba carísimo. Pero eran tantas las viviendas
que se construían, y tanto lo que subía el precio de la misma, que no sólo en
España con menos población se construían más viviendas que en
Alemania-Francia-Inglaterra e Italia juntas (para que os hagáis la idea de la
gran cantidad de faena que había en el sector del ladrillo), sino que además la
vivienda llegó a estar sobrevalorada en más de un 50% sobre su precio real, tal
como una vez advirtió la prensa extranjera, ya que aquí nadie hacia caso ni se
lo creía, a pesar de las tímidas advertencias del Banco de España de que algo
grave iba a ocurrir y que la situación se iba a poner insostenible por lo
irreal y artificiosa que era, pero que todo el mundo se hacia el ciego y el
sordo: los promotores porque ganaban montones de dinero, y los políticos por
que ingresaban un río de dinero con los impuestos derivados de la actividad
constructiva.
Y como todo se vendía, había mucho trabajo, y
era complicado encontrar buenos profesionales, y por eso entraron todos esos
borricos a los que hace referencia nuestro privilegiado funcionario de la
nómina vitalicia, que tanto se queja ahora de los pobres desgraciados albañiles,
que al disponer por entonces de buenos sueldos
(muchos de los cuales duplicaban a los del sector de la hosteleria, de
las fábricas, y hasta superaba los sueldos de algunos privilegiados funcionarios
vitalicios), que se ponían a comprar cochazos de los buenos: Audis, BMW,
Mercedes (que incluso algunos venían a currar con esos cochazos a la obra), se
compraban ropa de marca, y los fines de semana se iban a los buenos
restaurantes, y hasta llenaban los burdeles, ya que eran el sector más “putero”
conocido, que los lunes a la hora del bocata no hacían otra cosa que hablar de
las putas que se habían tirado el fin de semana (no todos eran puteros,
naturalmente).
Pero no hay que engañarse: hay cosas que mucha gente no sabe
sobre ese mito de los grandes cochazos: habían muchos albañiles que para ganar
más se habían metido a autónomos, y les venía bien ir de autónomo en las
subcontratas porque trabajo no faltaba, y se cobraba (y bastante bien), a pesar
de lo durísimo y cansado que era el oficio. Una vez le pregunté a un yesero que
cómo es que venía con ese cochazo tan grande y tan majo, que me respondió que
era porque eran unos marranos fanfarrones que les gustaba presumir de cochazo,
y que porque no les quedaba otro remedio, ya que a él personalmente no le
gustaba demasiado los coches para ostentar. Lo que pasó es que él que no
entiende nada de papeleos (como ocurría con casi todos los autónomos), una vez
su gestor le llamó y le dijo que mientras estaba preparando la declaración
trimestral de los impuestos, había encontrado que su beneficio crecía de una manera tan
descontrolada que, o se compra algo a nombre de la empresa (que era él mismo,
como autónomo), o se lo llevará todo Hacienda”; y como el pobre no sabía qué
comprarse, por lo que no le quedó otro remedio que comprarse el Audi, ya que se
había que comprar algo con lo que crear un gasto, o se lo llevaba hacienda en impuestos.
Claro que se confiaba en el gestor (ni siquiera yo mismo entiendo nada de
papeleos), que por otro lado era raro que te contara o explicara cada detalle,
cada cosa de “hecha la ley, hecha la trampa”, que por otro lado se trabajaba
tanto que no había tiempo ni para pensar en eso. No todos venían con el Audi
por gusto, sino porque no había otro remedio que comprarse algo con lo que
justificar un gasto, y claro cada vez que entraban o salían del tajo se tenían
que cambiar la ropa y los zapatos por el mono manchado de yeso y de polvo, y
viceversa. Y eso se explica también que los aparejadores o arquitectos al
servicio de las constructoras, muchas veces aparecían en las obras con los
mejores cochazos (propiedad de la empresa promotora o constructora, claro),
cuyo origen está en la necesidad de crearse y justificar ese gasto para poder
ahorrar el máximo de impuestos. No es oro todo lo que reluce. Luego con el
descalabro de la construcción, ni siquiera esos coches semi nuevos y muy poco
utilizados, lograban encontrar comprador en el mercado de segunda mano, cuando
albañiles autónomos en la ruina ya no podían ni mantenerlos. Esos coches tan
nuevos y lujosos, que se venden de segunda mano y que habían pertenecido a
antiguos albañiles ahora arruinados, son los que ahora se pueden comprar a
precios casi regalados, por parte de los privilegiados funcionarios de la
nómina vitalicia.
Algunos albañiles, con resaca, ni siquiera
venían a las obras, pero era tal la escasez de mano de obra, que eso se
toleraba bastante y no se los despedía porque ¿a quién ibas a encontrar que
quisiera venir a trabajar de albañil en la obra? (a cualquier privilegiado
funcionario, por supuesto que no): era demasiado duro el oficio, y es muy poca
la gente que lo ejerce por gusto, y casi todos lo hacen por dinero y porque no
saben hacer otra cosa. Cuánto más rápido trabajabas y terminabas la obra, más
rápido hacías el dinero, ya que todo estaba en venta (menos la dignidad,
claro). Como dijo una vez cierto vicepresidente primero de José María Aznar, un
tal Francisco Álvarez Cascos “, que también había sido ministro de Fomento (el
ministerio que nos toca más de cerca con los currantes del ladrillo): “la
vivienda es cara porque muchos españoles podían pagarla”,pero se olvidó de
añadir que eso era a costa de hipotecas a pagar toda la vida, claro. Hoy en
día, con la caída y ruina del sector del ladrillo, y millones de albañiles
arrojados al desempleo, ya quisieran tener cada uno de ellos un cómodo y
privilegiado puesto de funcionario con nómina vitalicia y buenas vacaciones
pagadas.
Lo que no saben los privilegiados funcionarios y
mucha otra gente, es que en el gremio del ladrillo, los habían de locos, y
hasta tuve que trabajar con personas que habían sido auténticos criminales que
habían estado en la cárcel, y de algunos que por ciertos rumores que se hacen
circular en privado por las obras, habían sido auténticos asesinos, en especial
inmigrantes. También habían personas dominantes, agresivas, muy violentas,
sobretodo entre el colectivo de los sudacas y los rumanos (casi todos
inmigrantes),…¿y esa gente así, también la había en la función pública?. Las
broncas en las obras, la mala leche, es la otra cara de la moneda para la que
no hay ningún tipo de prevención ni seguridad, y en todo caso imprevisible. Al
final la crisis ya se encargaría de poner a la calle a todos los indeseables, y
a los buenos también, cerrando multitud de empresas y quedando todos en la puta
calle.
También conocí a alcohólicos, que no podían subir por las escaleras a
traerte el cubo de mortero o los ladrillos, pero que por lo menos se sostenían en pie. Y de trabajar con gente así, por lo menos el
comodita del funcionario se ahorra de ello, con lo que me parece injusta su
queja, ya que aquí trabajaba y tenía que convivir laboralmente la peor clase de
gente, cosa que no tenían que soportar los funcionarios, pasando de todo, gracias
sobretodo a sus privilegios de nómina vitalicia, que en comparación sus
enchufes eran como el cielo, y el sector del ladrillo era muchas veces como el
infierno. Eso también tendrían que valorarlo y saberlo los privilegiados funcionarios, ya que nadie con antecedentes penales puede acceder a oposiciones en la función pública; y eso de tener que trabajar con ex criminales es bastante arriesgado, pues nunca sabes si el tipo la puede llegar a tomar contigo, y los jefes, bueno, los tenían porque no encontraban a otra gente y las obras no daban abasto para cubrirlas todas.
He de decir que conocí a bastantes de esos
borricos que montaron sus propias empresas. “Soy el padre de 16 contratistas”
me confesó una vez un tal Feliciano, uno de los más conocidos constructores de
mi pueblo. Algunos se unieron y crearon una nueva empresa: primero trabajando
para clientes que les salían (y que solían ser familiares o amigos, para
empezar), o subcontratados de las otras empresas, pero a medida que conseguían
ahorrar y con los créditos que les concedían los bancos, se dedicaban a comprar
parcelas, maquinaria, camiones, a contratar a autónomos y demás albañiles a
cuenta ajena. Empezaban a construir unas viviendas, y terminadas, reinvertían
para hacer más, aparte de ofrecer sus servicios a otras promotoras de pisos, y
en la medida de lo que podían, tan pronto entregaban su primera promoción, se
lanzaban a la segunda, duplicando, triplicando la inversión, el beneficio y el
riesgo. Claro, esas cosas no daban para pensar en prepararse para unas
oposiciones a una plaza de privilegiado y cómodo funcionario de la nómina
vitalicia. Esas cosas les fueron bien hasta que se llegó a medianos de 2007,
que a partir de entonces, y en un efecto dominó, todas las que tenían exceso de
personal acaban sucumbiendo y cerrando, entre las facturas impagadas y la falta
cada vez mayor de faena, y al mismo tiempo que los bancos les negaban la
financiación a los que todavía tenían las obras medio avanzadas y por terminar.
El sueño de ser los nuevos ricos a base de duro trabajo y riesgo, se esfumó
dejando una realidad de ruina que se tradujo en embargos e insolvencias, que llevó a muchos a la
depresión, e incluso a algunos a
suicidarse, pues yo conocí a más de un albañil que se suicidó por la depresión que le causaba estar largos meses en paro y sintiéndose la vergüenza de sus familias. Eso seguro que no iba a ser capaz de hacerlo, ni de vivirlo ninguno
de los funcionarios de la nómina vitalicia, aparte que quien quiere tomarse
unas vacaciones extras, les pide al médico que les dé la baja por “depresión”,
y en este sentido muchos abusan.También conocí a uno de los jefes (y era bastante joven) que estuvo más de dos años con terrible depresión (y de las de verdad) a causa de la ruina, cierre y persecución de sus acreedores, que les hizo la vida imposible. Los funcionarios no pasan por eso, al contrario, por un simple dolor de cabeza piden la baja por "depresión" y conservando el puesto de trabajo bien pagado.
Que un albañil solicite la baja por
“depresión” tenía consecuencias de despido a la puta calle en el medio y largo
plazo. Hoy en día ya quisiera todo el mundo tener nómina vitalicia como los
privilegiados funcionarios, y no encontrarse con tener que luchar de lo más
duro que se pueda imaginar para llegar a ser alguien, y encontrarte que un día
despiertas en la ruina y como abandonado por todos, y que cuando se encuentra
con eso, todo perdido, todo embargado, sin dinero, sin casa, el funcionario se
encuentra todo barato para hacerse obras que multitud de esos albañiles
apurados le van a hacer por un precio irrisorio y también con unos materiales de construcción a precios de risa por los stocks, se encuentra con lo barato que
es comprar muebles por los stocks, y la compra de vivienda, por la brutal caída
del precio. ¿Y de qué se queja el pobre funcionario, si es el que está mejor
que nunca con la actual crisis económica?. Claro, eso de la “nómina vitalicia”
que pagamos todos con los impuestos, es una de las mayores injusticias de
nuestro país, que señala claramente los que son ciudadanos de primera y los que
no son ni de un número ni del otro. ¿Y se seguirá quejándose de los albañiles,
millones de ellos hoy en el paro, y sin el amparo protector del gobierno que sí
tiene para con los funcionarios regalándoles una nómina vitalicia cada mes que
pagan el resto de los ciudadanos con sus impuestos?.
Es verdad que el sector de la construcción movía
mucho dinero, que nadie quería declarar a hacienda, para evitarse impuestos, de
modo que trabajadores cobraban lo estipulado en el convenio, pero también
podían obtener pagos en negro, en primas, sobretodo en cuanto se refiere a las
horas extras, o trabajando los sábados, ya que no se declaraban más allá de las
horas oficiales, para evitar pagar impuestos y para ahorrarse las retenciones
de un fisco cada vez más voraz e injusto, que no sabía de los cansados sudores
que había costado hacer la edificación. Me conozco del caso de un pequeño
promotor-constructor, que después de terminar el pequeño bloque de pisos que
construyó, para tener contentos a sus trabajadores, les dío una prima aparte en
negro de 12.000 euros para cada albañil, por la construcción de una obra en la
terminaron en menos de un año. Con cosas como esas, no era entonces de extrañar
de ver albañiles que tenían sus buenos cochazos, porque esa exhibición de riqueza con el cochazo nuevo no coincidía
para nada en las rentas que declaraban. Dejando aparte que los promotores y los
constructores eran los que se llevaban la parte gruesa del pastel, a pesar de
la dureza de la profesión, no es que se tuvieran que quejar los duros y rudos
albañiles que trabajaban en ella.
Pues todos sacaron un buen pellízco: por
ejemplo, los colocadores a destajo podían llegar a llevarse 3000 ó 4000 euros
mensuales, y los muy buenos y muy rápidos, incluso podrían llegar a los 5000 ó
6000 euros mensuales. Responsables tales como encargados, jefes de obra,
etc…llegaban a embolsarse hasta 3000 euros mensuales de media, y una buena
cantidad de oficiales podían llegar entre los 2000 y los 3000 euros mensuales.
Ya hablando aparte de lo que fijaban los convenios, en realidad por entonces se
ganaba algo más de lo que fijaban, y cuando se tenían que firmar convenios, se
firmaban con facilidad con los sindicatos, pues las ganancias del sector
cubrían sobradamente. Los oficiales no destajistas, podrían cobrar entre los
1200 y los 2500 euros, dependiendo de su pericia y capacidades demostradas. Por
último los peones cobraban alrededor de los 1000 euros, aunque yo he conocido
casos de chavales de menos de 18 años, que cobraban 1200 euros al mes. Claro que con eso de que el respetable funcionario se quejaba de algunos que tenían caballo o jugaban al golf; pues bien, conocí a un albañil muy amante de los caballos, que tener guardado su caballo y que lo cuidaran y alimentaran en el Club de Hípica, le salía a 200 euros al mes la cuota de socio del Club de Hipica, y por tanto era capricho que se podía mantener, para los fines de semana salir a pasear con su caballo por el campo.
Claro
que muchos sacaban beneficio aparte con las horas extras, que en la medida de
lo posible no se declaraban para evitar la codicia de Hacienda, y las
incordialidades de la Inspección de trabajo, a pesar de que las horas venían
limitadas por los convenios. Pero como todos estaban contentos, a pesar de la
dureza del trabajo y de las muchas horas, se sentían cómplices y todos miraban
de evitar a los sindicatos, a hacienda, a los de prevención, y a la inspección
de trabajo. No se muerde a la mano que te da de comer, ni se mata a la gallina
de los huevos de oro. Hoy en día, aunque los convenios fijan salarios
mileuristas para los albañiles, en la práctica están por debajo de los
mileuristas, pues autónomos, después de pagar impuestos de IRPF, IVA (que ha subido
un 21%), así como las cotizaciones por autónomos,….si es que tiene suerte de
tener trabajo para todo el mes, apenas les quedan netamente menos de
mileurista.
El trabajo no sólo sigue siendo igual de duro, sino peor y más
cansado que nunca, debido a la salvaje competencia, y quedando ganancias de
miseria, con lo cual le digo a nuestro respetable funcionario: “puede usted
estar bien seguro que cualquier albañil le cambiaría encantado su privilegiado
puesto de funcionario de la nómina vitalicia, que más quisieran ya”. Con lo
cual, y dicho sea con perdón, considero su queja muy poco realista y muy
injusta. Y ante todo no hay que olvidar nunca que el trabajo de albañil supone
sudar a mares, reventar espaldas y riñones, tragar polvo sin cuento todos los
días, soportar frío siberiano, calor infernal, lluvia, viento, y todos los
caprichos de la intemperie,…en definitiva un trabajo que produce gran desgaste
físico y mental, y que no es nada comparable a las comodidades y los
privilegios del común de los funcionarios, que encima no tienen que sufrir en
sus carnes la deprimente lacra del paro ni la angustiosa incertidumbre e
inseguridad de que no sabes cómo vas a alimentar a tu familia. Os dejo aquí con
la carta del funcionario que nos ocupa (recordad que era de principios de 2010,
cuando todavía gobernaba Zapatero), para que la leáis y juzguéis por vosotros
mismos:
CARTA DE UN FUNCIONARIO A
LOS NUEVOS RICOS:
Voy a ser sincero.
Soy funcionario de la Junta de Castilla y León, y tengo una antigüedad de 22 años (23 en octubre). Nunca tuve una comisión de servicio, ni ninguna otra situación que me aportara ningún privilegio económico. Mi nómina actual es de 1.476,15 € mes, (nómina de enero de 2010. Alguna sonrisa, o sorpresa, se que ha despertado esta cantidad). Con este trabajo he mantenido a mi familia compuesta de tres miembros; di estudios universitarios a un hijo, y llevamos una vida, -según me educaron-, de moderación, y con dos conceptos (palabras) ahora prohibidas y desconocidas, como son ahorro y sacrificio. Nos tocó y nos tocará ahorrar a los dos, – mi hijo ya se emancipó-, y nos sacrificamos y nos seguiremos sacrificando en algunas ocasiones en el futuro. Mi mujer no trabaja, en parte porque hemos tenido que atender y atendemos a mis padres y a mis suegros, aunque nos han ayudado. Es decir que con mi sueldo como único sustento económico, – y la ayuda de nuestros mayores. Nuestras familias -, nos hemos tenido que defender. Y es lo que hemos hecho. Como no teníamos mas remedio no pido por ello ni compasión, ni reconocimiento, ni aplausos. Me limito a constatar unos hechos.
Durante mucho tiempo muchos “amigos” y conocidos
nos miraban con ciertas sonrisas. (Ocultas pero sonrisas). éramos raros. Los
parias pobres de la tierra. Ellos piensan que ganamos más de lo que realmente
ganamos, y se reían de nosotros. (Así que ahora que saben al menos en mi caso
lo que realmente ganó, se tiene que estar tirando por el suelo de la risa).
Hace poco todos se reían del pobre funcionario, ahora algunos menos. Pero,
“¿Cómo hemos podido vivir con esa miseria?”. Muchos de ellos, -casi todos-, sin
ningún tipo de preparación, de esfuerzo, de estudios, sin necesidad ni de
ahorrar, ni de hacer sacrificios, vivían bastante mejor que nosotros, tenían
mas futuro y eran mas felices. Ganaban lo que querían. Tenían más cosas y
acceso a más diversiones y disfrutaban de la vida mucho más que nosotros.
éramos unos “estiraos”, unos rancios y unos creídos. “No teníamos mas que
postura…”. Ellos vivían a tope en chales nuevos de columnas dóricas, jónicas,
y corintias en su porche; conducían BMW y Audis, viajaban de vacaciones a
Jamaica, y a Cancún (México, ¿o es Costa Rica?), tenían varias televisiones
planísimas y grandísimas, de mucho plasma, y más pulgadas, ellas se depilaban
a la brasileña, y dos veces por semana se hacían mechas rubias, tomaban cafés
mañanas y tardes, y hacían Pilates, Yoga y Tai-Chi. Ellos eran lo más de lo
más. Analfabetos, incultos y horteras, tuneaban su coche viejo, sacaban pelis
de “hostias” y de “folleteo”, en los videoclub, eran socios del Pucela, del
Forum, y del Michelín, o como se llamen ahora. Se habían apuntado al
gimnasio, aunque casi iban, y llevaban jerséis de colores claros que sus
mujeres les compraban en el Corte Inglés, con la tarjeta del Corte Inglés. Bebían
y fumaban todo y de todo, y en casa ellos bebían a diario Cardhu. Ellos tenían
“obreros”, “naves” y “fregonetas” para sus negocios, y explotaban a otros más
pobrecillos que ellos, (inmigrantes en su mayoría); y ellas tenían “jacuzzi”,
bicicleta estática y “criada” para sus casas. (Quien se lo iba a decir a sus
madres y padres, que preguntaban asustados: “¿Hijo, estas en la droga?”). Todos
eran listísimos, guapísimos, y riquísimos, y los mas “güais”. Guapísimos y
guapísimas, todos. Todos tenían tarjetas varias de bancos varios, y les
saludaban los directores de las Cajas de Ahorros, de hecho merendaban a menudo
con ellos en las barbacoas que hacían juntos, y por supuesto pagaban ellos, y
que acababan beodos de “güisqui” de mas de 10 años. Ropa de marcas, zapatos de
marca, playeros de marca. Bicicletas de “montainback”, móviles varios. Cenas
fuera de casa. Comidas. Viajes. Y los porrillos de rigor, y alguna cosilla
blanca más, pero nada grave. ¿O si? ” .. Y sin ir a la universidad, tío
listo”.
Sus hijos eran tan incultos o más que ellos, pero… para que se iban a sacrificarse, si ellos (sus padres), malamente leyendo y sin saber sumar, (con la calculadora de pilas, se defendían), y les iba la vida bien,… hasta tenían caballos y jugaban al golf. Dos coches el que menos, coche ella y coche él. ¿Es que acaso sus hijos tenían que envidiar algo, a los hijos de los rancios y tristes de los creídos funcionarios? pues no. “Eran unos fracasados. Unos comemierdas que sólo tienen que soberbia y postura. Además les damos de comer nosotros. Les pagamos el sueldo. Están para servirnos. ¿Qué es lo que se creen esos parásitos?”. Los niños tenían todas las plays que se habían fabricado, todos los móviles, y todos los MP3, y MP4. Hasta Hipods. Y los más sensibles ponían un profesor a los chicos, para matar un poco el gusanillo de su propia ignorancia. “Para que sean algo menos brutos que nosotros, aunque no nos va mal del todo”.
Los funcionarios y nuestras familias éramos los
más tontos del barrio, o del pueblo. “¿Qué nos habíamos creído? pelotas, y
enchufados, todos. A saber como habíamos entrado…”. No es que ellos eran más
ricos y tenían más medios que nosotros, es que además nos llamaban gilipollas
a la cara con su actitud, y modo de vida.
Nuestros hijos dudaban de nuestra autoridad, y normas de vida. ¿Cómo es posible que los padres de sus amigos, incultos, bastos y sin ningún tipo de estudios, o de sacrificio, te den mil vueltas, papá? ¿Papá estas tonto? ¿No podemos comprarnos la Play? ¿Qué tenemos que ahorrar? ¿Sacrificarnos, para qué? ¿Cuándo cambiamos la tele?
Así que ahora me alegro. Me alegro. Pero no me alegro de lo que podía ser mas fácil. No. No me alegro de que los BMW, desaparezcan de las puertas de los adosados, cuyas barbacoas, ya no humean, y no invitan ya a los de CajaEspaña. No me alegro de que las peluquerías estén con la cera fría, las orejas tiesas, y las ingles ausentes. No me alegro de que los caballos pasen hambre, y esperen lánguidos al día siguiente para ver si hay suerte y les dan algo de comer. No me alegro de que los palos de golf se estén oxidando. No me alegro de que los directores de los bancos, no salgan a almorzar a los bares de la zona, para no tener que invitarles, y pasar un mal rato con esos paletos que no saben ni comportarse. No me alegro de que los obreros que mandaste ya al paro, te hayan amenazado, – y en algún caso te hayan tocado la cara -, y no sabes que hacer para torearles. No me alegro de que la criada” hispana” no sabe como decirte que hace tres meses que no cobra, y que por un bocadillo de chóped se queda en su casa. No me alegro de que la caldera del chalet esta sin gasoil, y no puedas poner la calefacción. Que el seguro del segundo coche esta caducado. Y la del otro solo a terceros. Que las ruedas del todo terreno están que se las ven los alambres. De que el profesor de fensui ya no te salude. Que ya no cojas las llamadas de la Gestoría. No me alegra el saber que preguntas por las cartillas bancarias del abuelo. “Que…. ¿donde están las cartillas de los abuelos, y para qué quieran cobrar ellos la pensión? joder que egoísmo, ¿qué piensan hacer con el dinero?”. También se preocupan ahora por sus mayores. Eso está bien.
Me apena una cosa. Que sus hijos no hayan conocido, ni vayan a conocer lo que es educación, ni los modales, ni el respeto, ni lo que se puede hacer y se hace ahorrando, ni sepan lo que es sacrificarse…ni ser previsivo ante lo que el futuro nos puede preservar. De hecho con el dinero que han ganado a espuertas, si hubieran tenido la humildad de reconocer que la situación no era la lógica, ni la normal, ni podía durar de por vida, hubieran ahorrado, invirtiendo y preparándose un futuro, cosa que casi ninguno de ellos ha hecho.
Hay cosas que están en el ADN. Y hay cosas que hay que mamarlas. Y otras se aprenden. Así que me alegro de mi ADN. Me alegro de lo que mamé, y me alegro de lo que aprendí. (Aunque nunca dejo de aprender, porque nunca es suficiente).
Y me alegro de la situación actual de la economía, aunque haya muchos inocentes que no se merezcan lo que les esta pasando. Y me alegro de mis míseros mil y pocos euros, a pesar de que causen risa. Y sobre todo de que a ellos ahora les vaya mal.
Y no me alegro por que yo ahora tenga o disfrute de lo que ellos tenían o disfrutaban, no. No tengo lo que ellos tenían, no. Yo sigo lo mismo que hace unos años. Igual o quizás peor. No tengo sus BMW, ni sus Audis, ni sus chaletes, ni sus negocios, ni sus alcoholes, ni sus perfumes, ni sus fumes. No. Tampoco me alegro al ver el mal ajeno, no. Me alegro porque veo que las ideas y modo de vida en que me educaron, a la larga merece la pena. Veo que los valores que me inculcaron mis padres, eran los correctas. Seguiremos siendo raros, seguiremos tristes, estirados, y creídos, pero seguiremos con nuestro trabajo, mal pagado, una risa para ellos (reitero mi nómina de enero, 1.476,15 €), pero que sepan que me alegro de que me miren ahora con un poco de envidia, y de respeto… Y me alegro de que pregunten sobre como es eso de las “oposiciones” y que si hay que “pagar por presentarse”, que “¿Que estudios hay que tener para eso?” y que les avisemos de cuando salen unas para presentarse, de peón, ordenanza, chofer, o algo así. “Jonathan, hijo, ¿tú que estudiabas?”. Quizás aún alguno se siga riendo o sonriendo pero ya seguro que son menos. Hasta tu, desconocido lector, puede que seas uno de ellos.
Me alegro, (dije que iba ser sincero de todo. Quizás sea una mala persona pero…)… que se jodan. Que se jodan. (Y si te toca a ti en algo, pues lo siento, te jodes).
FIRMADO:
Un funcionario de tantos, que con 23 años de antigüedad en octubre, cobra 1.476 € al mes, y a pesar de ello tiene la cabeza muy alta y esta orgulloso de serlo.
Un funcionario de tantos, que con 23 años de antigüedad en octubre, cobra 1.476 € al mes, y a pesar de ello tiene la cabeza muy alta y esta orgulloso de serlo.
Posdata.- Y todavía algún iluminado cree que la
solución para la situación económica de España es que me congelen el sueldo.