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domingo, 7 de julio de 2013

ASÍ SE TRABAJABA DURANTE EL BOOM DE LA CONSTRUCCIÓN DE LA ERA AZNAR-ZAPATERO ( RESPUESTA A UN PRIVILEGIADO FUNCIONARIO DE LA NÓMINA VITALICIA)


Como ex operario de la construcción (en la actualidad llevando mucho tiempo en el paro, y sin perspectivas de encontrar trabajo), y respondiendo a una carta que me ha llegado de un funcionario de la Junta de Castilla y León, me pongo a contestarla, y compartirla con vosotros para que expreséis vuestras opiniones. Más abajo la publico tal y como la recibí, aunque debo de aclarar que la carta ya es vieja, ya que es de más o menos a principios de 2010, hace ya tres largos y horribles años, en los que los pobres currantes de la construcción somos los más castigados por la crisis y el paro, y no disponemos del privilegio de los funcionarios de tener nómina vitalicia, que ya quisiéramos. Como me siento aludido, paso a responderla:


No se puede comparar el trabajo de un funcionario español con el de un pobre albañil: cuando se tiene el empleo de por vida, como es el caso de los funcionarios de nuestro país, es casi imposible encontrar razones para mejorar el desempeño. En estos casos ocurre todo lo contrario: muchas veces se empeora el desempeño, transformándose en la más abyecta gandulería, y con el servicio más pésimo y lento. Uno se metió a funcionario, aprobó  las oposiciones, lo destinaron en tal lugar, y ya empezó a acomodarse y a relajarse, trabajando y sufriendo lo menos posible, y al mismo tiempo reclamando siempre el máximo de comodidades, ya que todo lo paga el Estado (con los impuestos a los que obligan a los demás, naturalmente). Claro que antes se tenía la idea de quien se metía a funcionario, era porque no servía para otra cosa, aparte de lo completamente injusto que es que quien no consigue una titulación, se la tenga que marginar según qué trabajos. La libertad debería de llegar también a la libertad laboral: cada cual tiene que tener una oportunidad para desempeñar cualquier labor, y que sea el libre mercado el que ponga a cada uno en su sitio. Claro que la formación y preparación siempre sirve, pero a veces obligan a estudiar ciertas materias, o no se tienen ciertas capacidades para determinadas cosas, que hacen imposible aprobar, pero si se tienen otros talentos o cualidades que a una persona la pueden hacer apta para ese trabajo que las titulaciones o las oposiciones impiden de poder desempeñar por incluir en sus exámenes materias para las que uno no está apto o preparado, cosa que lleva a un despilfarro y desaprovechamiento de los talentos tanto del mercado como del país, y lo mismo que a la discriminación de la libertad de oportunidades. No todo el mundo era borrico, ya que en la construcción llegar a oficial exige una preparación que sólo puede venir con los muchos años trabajando y sudando y con la experiencia.  Cuando empecé, por allá en los años 70 del siglo pasado, para llegar a oficial se consideraba que necesitabas un mínimo de 5 años para aprender en las obras, antes de que fueras oficial (que los habían de tres categorías: oficial de 1º (el que sabía hacerlo todo en albañilería), oficial de 2º (el que sabía hacer lo básico, aunque no se salía del todo con el acabado final), y el oficial de 3º (que ya empezaba a saber hacer alguna cosa). 
En la época del boom de la era Aznar-Zapatero, era tal la necesidad de mano de obra en la construcción, que cualquier avispado era capaz de montar una empresa de construcción igual que un chiringuito en la playa, en la que las chapuzas estaban servidas. Pero era tal la escasez de mano de obra, que a cualquiera que supiera manejar un poco la paleta, se le aceptaba, y no necesitaban otra cosa que las ganas de trabajar para abrirse paso: daban forma a las chapuzas, y los verdaderos oficiales les daban los retoques finales para como mínimo dejar bien los acabados. Faltaba tanta mano de obra que los constructores tenían que ir a los bares que frecuentaban después del tajo, para ir a buscar paletas de otras empresas ofreciéndoles mejores sueldos, e incluso a sus propias casas y algunos más atrevidos en las propias obras,…ante una situación así ¿para qué iban a hacer falta unas oposiciones como las de funcionario para disponer de un curro, y que encima se ganaba igual e incluso más que la media de los funcionarios?. Pero no olvidemos que en comparación a la floja y cómoda faena de funcionario, lo de ejercer de albañil era un trabajo muy duro, arriesgado y sucio: el muchacho empezaba de peón, y venga a hacer pasta y a mojar los ladrillos para servirlos,…¡niño, la pasta!, era uno de los gritos más sonados por las obras. ¿Existen acaso funcionarios a los que sus comodicas superiores les griten para apretar el trabajo?.  El trabajo de albañil era duro, pero se pagaba, y no era nada comparable a la comodidad y pasividad de un funcionario, donde apenas no tiene a nadie que le grite, porque no tiene patrón, ya que todos son cómplices de vivir a expensas del Estado, y ya se sabe que en “donde no hay patrón, no manda marinero”, y a los superiores funcionarios les es más fácil y cómodo mantener la pasividad y no cabrear demasiado al personal de la privilegiada corporación funcionarial, que al fín y al cabo todos cobraban igualmente todos los meses por la vía de los impuestos que otros pagaban con su sudor y esfuerzo. 




 Tal era la necesidad de albañiles preparados, que cualquier chaval que empezaba como peón, rápidamente era promocionado, y los empresarios constructores tenían la equivocada idea de que eso iba a durar siempre, y por eso les hacia falta esa mano de obra para el largo plazo, que a casí todos los que entraban les decían algo así: “si quieres, puedes quedarte para siempre”, que claro, es fácil adivinar que no son muchos los que quieren dedicarse a la construcción, el oficio más duro, más español, y al mismo tiempo más desgraciado del mundo, que en nada se parece al cómodo trabajo de un funcionario, que encima dispone de nómina vitalicia, mientras que si un albañil no rinde o no se comporta, se le da una patada al culo para arrojarlo a la puta calle. Si hace unos 30 años, para llegar a oficial, un joven necesitaba unos 5 años de trabajo en la obra, en los tiempos de la bonanza a cualquier joven en 6 meses ya lo nombraban oficial de segunda, y ese mismo si era listo, al cabo de otros 6 meses se ofrecía como oficial de primera, y venga a construir como locos, a dar forma a las chapuzas, que en la fase final los viejos oficiales mejor preparados terminaban por rematar y dar buen aspecto al acabado, ocultando los frecuentes defectos que aparecieron,  producto de una mano de obra inexperta. 



Y no digamos los inmigrantes que cuando llegaban y se presentaban a las obras decían que eran oficiales, que eran paletas, pero que no sabían ni poner bien un regla o una obra vista. Recuerdo que quienes se decían oficiales albañiles, que eran inmigrantes sudacas, tardaban el mismo tiempo en poner bien cada ladrillo de obra vista, bien comprobado uno por uno cada pieza con el nivel y el plomo, el mismo tiempo que un albañil español ponía 30 ladrillos (y bien puestos, por supuesto). Los oficiales más expertos, muchos montaban sus propias empresas, o les hacían encargados en las otras empresas más mayores, y claro ese nuevo cargo suponía mayor responsabilidad y dirigir las cuadrillas a su cargo, pero menos trabajo: la sapiciencia en el oficio vale dinero, pues ya sabemos ese típico defecto español extrapolable a la casta funcionarial: cuanto más alto el cargo, más alto el sueldo, y al mismo tiempo menos se trabaja (en el sentido del esfuerzo cansado). 



En aquella época, cualquiera que supiera manejar un poco la paleta era fácilmente promocionable, el ascenso era rápido, el dinero fácil, en la que primaba mucho la velocidad ( terminada la obra, la limpieza final), pero no la calidad, de modo que habían mucha gente trabajando que no eran profesionales del todo, pero si dispuestos a aguantar la dureza del tajo, cosa que no podían los cómodos y pasivos funcionarios de la privilegiada nómina vitalicia. Por cada oficial había toda una lista de gente que de profesionales tenían muy poco, pues yo mismo me encontré a veces con hasta 6 peones que no se sabía donde meterlos cuando otros oficiales enfermaban o no se presentaban al trabajo, con las órdenes del jefe de que procurara que todos tuvieran trabajo, con lo cual tuve que apretar por todos los lados ya que no me gustaba ver vagos a mi alrededor que al final igualmente terminarían cobrando de lo producido con mi sudor. Y digo que a veces incluso por cada oficial albañil, habían hasta 10 peones, ¿lo puede entender eso, el respetable funcionario?. 



Claro, como que esos jóvenes ganaban cantidades astronómicas, por trabajos mediocres, cuyo único mérito era la velocidad en darle forma, que muchas veces un oficial tenía que repasar y tapar los defectos, muchos de ellos, cuando todavía ni se habían independizado y seguían viviendo con sus padres, estrenaban sus flamantes Audis o BMW nuevos, que nos menciona el respetable funcionario en su carta. Claro que se veían chapuzas en todas partes, que a mi personalmente me daban vergüenza, y lo mismo me daba mala espina que cualquiera pensara mal de mí por un trabajo que yo no lo había realizado, aunque estuviera en la misma obra, pero era así. Claro que algunas veces si les dabas la orden de repetir un trabajo mal hecho, amenazaban con abandonar la obra porque sabía que en el siguiente edificio les aceptarían para trabajar, de tanta falta de mano de obra que había y de la enfebrecida rapidez que hacia falta en que se terminará la edificación. 



Y eso que si eran autónomos (que los habían bastantes, porque en el sector de la construcción predominaba el “contrato de obra”, es decir, trabajas mientras dura la obra, y luego te vas a la puta calle, cosa que no le tiene que preocupar para nada a ninguno de los privilegiados funcionarios de la nómina vitalicia), pues a esos autónomos cabreados les salía más a cuenta dejar una chapuza sin cobrar, que reparándola. Y no me refiero solamente a oficiales o arribistas sin ton ni son, sino también a peones que no eran capaces de subir por la escalera los sacos de cemento o los ladrillos que el oficial necesitaba, si no era a través de una polea, o el montacargas, o que la grúa se hiciera cargo de esto. Era la gandulería manifiesta, pues en épocas de bonanza sale aflorando la gandulería, y en las de recesión los mejores y más competentes incluso llegan a perder su empleo. En otras palabras: en los buenos tiempos, aflora mucho la gandulería de la gente que se refía de que los trabajos lo hagan los otros, como pillos que son; en los malos tiempo aflora más la maldad: se ve y se nota más la maldad y la envidia, y todos se aplegan como lapas al puesto de trabajo, por el miedo que produce el perderlo, viendo a los demás como un estorbo que les hace peligrar lo de perder el puesto de trabajo (el funcionario, afortunado privilegiado que vive de los impuestos de los demás, nunca le tiene que preocupar estar algún día en la deprimente situación de desempleo, y con ello sin los recursos económicos seguros). 



Claro que el respeto a la obra bien hecha, había ido desapareciendo en los últimos años, que es lo que queda hoy en día de los albañiles, pues ya no eran lo de hace 40 años, ya en los últimos años que acabaron siendo más chapuceros y menos formados,…pero da lo mismo, hoy por hoy tenemos tal stock de viviendas, que me atrevería a decir que en nuestro país no nos va a faltar viviendas en por lo menos 40 años, aunque ya no se encontraran albañiles capaces de levantarla. Y por si fuera poco, los privilegiado funcionarios de la obra vitalicia han ganado poder adquisitivo con la crisis que ha llevado a la incertidumbre y a la ruina a muchos albañiles: ahora comprarse una vivienda les cuesta hasta más de un 50% menos que hace 5 años, y lo mismo los muebles de los que hay grandes stocks, así como también como hay tantos albañiles en apuros, se ofrecen trabajar por presupuestos reventados, o a un precio por horas muy bajo, de hasta un 75% más bajo que hace 5 años. Si es verdad que a los privilegiados funcionarios les quitan la paga de Navidad (que el mismo gobierno ha prometido volver a pagársela cuando lleguen tiempos mejores), mientras que los albañiles se quedan en la incertidumbre y en la miseria por la falta de trabajo, y aún así se quejan los pobres funcionarios.

Aparte de que la facilidad de ganar dinero de aquellos tiempos (porque corría abundante, y todos pagaban, ya que los particulares se disputaban a los albañiles para no tener que esperar meses, e incluso años en que acudieran a sus obras), y eso llevaba muchas veces al desinterés en mejorar y hacer bien las cosas, ya que igualmente acababan de ser pagadas, y todo el mundo tenía la fiebre de querer terminada su obra (tanto los albañiles para coger nuevas obras, como por los particulares porque al final de las obras de reforma, el valor de su inmueble se le revalorizaba, o sencillamente porque se quería especular disponiendo de un inmueble que cada día valía más). Tan sobrecalentada estaba la economía. Y no hacía falta meterse a funcionario, pues cualquier peón de 17 años, lograba ganarse 1200 euros limpios, cosa que le permitía tunear su cochazo, y todos esos excesos de joven rico de fin de semana, que incluso los burdeles estaban llenos de clientela de las edades más jóvenes, que trabajaban en un sector tan putero y machista como es el de la construcción.
Incluso me fijé en que empresas de lampistería contrataban jóvenes recién salidos de la FP, pero que de formación, por lo que se veía a las claras, muy poca tenían. Observé una vez que montaron una fosa ecológica, con un depósito de recogida de las aguas pluviales para aprovecharlas en el riego del gran jardín de la finca, que producía unos olores horribles, que cualquiera pensaba que si es que allí había un cadáver descomponiéndose, en un gran depósito enterrado que llenaba el espacio del volumen de todo un comedor grande, y pasaron meses sin que nadie supiera el origen de los olores, a pesar de vaciarlo reiteradas veces con una bomba de agua, hasta que una vez me metí yo mismo dentro de aquel depósito bajo tierra, tras varias semanas de aguantar olores insoportables de los cuales nadie sabía la causa (y eso no era mi competencia, ya que eso se trataba de algo de la empresa de lampistas), que una vez allí adentro, y con una luz descubrí de adónde venían los olores: pues precisamente del agujero superior con el tubo que llevaba hacia donde estaba la máquina ecológica y que tenían que salir el resto de las aguas pluviales cuando el depósito ya empezaba a estar completamente lleno,  y para cuya solución proponí fue que se hiciera un tubo evacuador con sifón (que hice y empalmé yo mismo). Y así se hizo, y se acabaron los malos olores. Con todo el dineral que costó averiguarlo, y tan sólo yo logré verlo. Esa era el tipo de mano de obra que tenían, y que por supuesto ni sabían hacer nada, ni tenían los suficientes cojones para buscar soluciones a los problemas. 


Y lo mismo en otra ocasión que ví que los impermeabilizadores de la empresa de lampistería soldaban las telas asfálticas al revés en la pendiente de una cubierta, que aunque se suponen que quedan como soldadas una encima de la otra, al final, un buen día se puso a llover torrencialmente, y en la parte de abajo (en el techo del interior de la vivienda) se vieron las manchas de humedad, que tuve que subir en el tejado, quitar las tejas y encima de la misma tela asfáltica, poner piezas de goma asfáltica en pendiente, unas encima de las otras, en el mismo sentido de cómo si fueran tejas, cosa que solventó el problema y ya no se volvieron a tener goteras. Pero expongo ese par de casos para que se vea de cómo eran de chapuceros en muchas cosas la mano de obra de aquellos tiempos donde todo eran prisas y se hacían las cosas de cualquier manera, y en este sentido le doy la razón a la queja de ese privilegiado funcionario de la nómina vitalicia. Lo que no sé es : ¿cómo se solventan las chapuzas en la función pública?, porque me imagino que cuando las hay, los más perjudicados son los ciudadanos, y naturalmente los funcionarios no son despedidos a la puta calle cuando hacen mal las cosas (se tapan con el dinero de los impuestos, imagino).
Y eso que también trabajaban peones con carreras universitarias, pero no mejores, ya que conocí a uno que estudiaba derecho (se trataba de un peón marroquí de 25 años), y no era capaz ni de poner los ladrillos encima del andamio, que el albañil ya cabreado tuvo que bajar a ponérselo él mismo. Era de tal gandulería el moro, que produce un sudor frío la idea que un personaje así llegara alguna vez a juez, que seguro que por un lado sería fácilmente sobornable y por el otro mucha gente inocente iría seguro a la cárcel, como ya se le ve venir. Lo digo para dejarle claro a nuestro privilegiado funcionario de la nómina vitalicia, que con toda razón no todos eran unos benditos en ese salvaje mundo de los currantes de la construcción.
Conocí albañiles que se habían hecho la casa, pero que en los últimos años del boom me confesaron que bajo aquellas condiciones no hubieran podido hacerse sus propias casas, de lo carísimo que se había puesto todo. Es verdad que se llegaron a los límites de lo imposible en pagarse una vivienda, pero los bancos concedían tanta facilidad de créditos, incluso con hipotecas de hasta 50 años, que además te incluía para los muebles, electrodomésticos, el cochazo todoterreno, e incluso el viaje de novios dando la vuelta por el mundo. El dinero no paraba de fluir, y los consumidores se fiaban de la garantía de revalorización la propia vivienda que le cubría la propia hipoteca. A veces yo preguntaba a pequeños promotores-constructores que cómo lo hacían para obtener la financiación de la obra, y lo más que me respondían era “endeudándose como hacen todos”, “porque no había otra manera de poder pagar los gastos de la obra”, tal como me confesó un tal “Baleta”, que era un albañil de mi edad, metido a promotor (y que luego acabaría completamente arruinado, perdiendo hipoteca, casa, y hasta incluso su propio matrimonio que se rompió). 



Todos daban por bueno y normal endeudarse por encima de sus posibilidades bajo el supuesto de que el exceso sería absorbido en poco tiempo por el incremento del valor del inmueble que estaban construyendo. Llegado el caso, si las cosas se ponían mal, bastaba con venderlo para recuperar el dinero invertido con ganancias. Pero eso sólo fue así hasta que faltó poco para que se produjera el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Tan fácil te lo ponían los bancos que incluso aceptaban concederte la hipoteca por un 120% del supuesto valor (lejos de aquel 80% inicial de financiación), y además en aquellos momentos con un tipo de interés muy bajo. Eso explica la abundancia de dinero de corría, a pesar de que todo estaba carísimo. Pero eran tantas las viviendas que se construían, y tanto lo que subía el precio de la misma, que no sólo en España con menos población se construían más viviendas que en Alemania-Francia-Inglaterra e Italia juntas (para que os hagáis la idea de la gran cantidad de faena que había en el sector del ladrillo), sino que además la vivienda llegó a estar sobrevalorada en más de un 50% sobre su precio real, tal como una vez advirtió la prensa extranjera, ya que aquí nadie hacia caso ni se lo creía, a pesar de las tímidas advertencias del Banco de España de que algo grave iba a ocurrir y que la situación se iba a poner insostenible por lo irreal y artificiosa que era, pero que todo el mundo se hacia el ciego y el sordo: los promotores porque ganaban montones de dinero, y los políticos por que ingresaban un río de dinero con los impuestos derivados de la actividad constructiva.
Y como todo se vendía, había mucho trabajo, y era complicado encontrar buenos profesionales, y por eso entraron todos esos borricos a los que hace referencia nuestro privilegiado funcionario de la nómina vitalicia, que tanto se queja ahora de los pobres desgraciados albañiles, que al disponer por entonces de buenos sueldos  (muchos de los cuales duplicaban a los del sector de la hosteleria, de las fábricas, y hasta superaba los sueldos de algunos privilegiados funcionarios vitalicios), que se ponían a comprar cochazos de los buenos: Audis, BMW, Mercedes (que incluso algunos venían a currar con esos cochazos a la obra), se compraban ropa de marca, y los fines de semana se iban a los buenos restaurantes, y hasta llenaban los burdeles, ya que eran el sector más “putero” conocido, que los lunes a la hora del bocata no hacían otra cosa que hablar de las putas que se habían tirado el fin de semana (no todos eran puteros, naturalmente). 



Pero no hay que engañarse: hay cosas que mucha gente no sabe sobre ese mito de los grandes cochazos: habían muchos albañiles que para ganar más se habían metido a autónomos, y les venía bien ir de autónomo en las subcontratas porque trabajo no faltaba, y se cobraba (y bastante bien), a pesar de lo durísimo y cansado que era el oficio. Una vez le pregunté a un yesero que cómo es que venía con ese cochazo tan grande y tan majo, que me respondió que era porque eran unos marranos fanfarrones que les gustaba presumir de cochazo, y que porque no les quedaba otro remedio, ya que a él personalmente no le gustaba demasiado los coches para ostentar. Lo que pasó es que él que no entiende nada de papeleos (como ocurría con casi todos los autónomos), una vez su gestor le llamó y le dijo que mientras estaba preparando la declaración trimestral de los impuestos, había encontrado que su beneficio crecía de una manera tan descontrolada que, o se compra algo a nombre de la empresa (que era él mismo, como autónomo), o se lo llevará todo Hacienda”; y como el pobre no sabía qué comprarse, por lo que no le quedó otro remedio que comprarse el Audi, ya que se había que comprar algo con lo que crear un gasto, o se lo llevaba hacienda en impuestos.



 Claro que se confiaba en el gestor (ni siquiera yo mismo entiendo nada de papeleos), que por otro lado era raro que te contara o explicara cada detalle, cada cosa de “hecha la ley, hecha la trampa”, que por otro lado se trabajaba tanto que no había tiempo ni para pensar en eso. No todos venían con el Audi por gusto, sino porque no había otro remedio que comprarse algo con lo que justificar un gasto, y claro cada vez que entraban o salían del tajo se tenían que cambiar la ropa y los zapatos por el mono manchado de yeso y de polvo, y viceversa. Y eso se explica también que los aparejadores o arquitectos al servicio de las constructoras, muchas veces aparecían en las obras con los mejores cochazos (propiedad de la empresa promotora o constructora, claro), cuyo origen está en la necesidad de crearse y justificar ese gasto para poder ahorrar el máximo de impuestos. No es oro todo lo que reluce. Luego con el descalabro de la construcción, ni siquiera esos coches semi nuevos y muy poco utilizados, lograban encontrar comprador en el mercado de segunda mano, cuando albañiles autónomos en la ruina ya no podían ni mantenerlos. Esos coches tan nuevos y lujosos, que se venden de segunda mano y que habían pertenecido a antiguos albañiles ahora arruinados, son los que ahora se pueden comprar a precios casi regalados, por parte de los privilegiados funcionarios de la nómina vitalicia.


Algunos albañiles, con resaca, ni siquiera venían a las obras, pero era tal la escasez de mano de obra, que eso se toleraba bastante y no se los despedía porque ¿a quién ibas a encontrar que quisiera venir a trabajar de albañil en la obra? (a cualquier privilegiado funcionario, por supuesto que no): era demasiado duro el oficio, y es muy poca la gente que lo ejerce por gusto, y casi todos lo hacen por dinero y porque no saben hacer otra cosa. Cuánto más rápido trabajabas y terminabas la obra, más rápido hacías el dinero, ya que todo estaba en venta (menos la dignidad, claro). Como dijo una vez cierto vicepresidente primero de José María Aznar, un tal Francisco Álvarez Cascos “, que también había sido ministro de Fomento (el ministerio que nos toca más de cerca con los currantes del ladrillo): “la vivienda es cara porque muchos españoles podían pagarla”,pero se olvidó de añadir que eso era a costa de hipotecas a pagar toda la vida, claro. Hoy en día, con la caída y ruina del sector del ladrillo, y millones de albañiles arrojados al desempleo, ya quisieran tener cada uno de ellos un cómodo y privilegiado puesto de funcionario con nómina vitalicia y buenas vacaciones pagadas.
Lo que no saben los privilegiados funcionarios y mucha otra gente, es que en el gremio del ladrillo, los habían de locos, y hasta tuve que trabajar con personas que habían sido auténticos criminales que habían estado en la cárcel, y de algunos que por ciertos rumores que se hacen circular en privado por las obras, habían sido auténticos asesinos, en especial inmigrantes. También habían personas dominantes, agresivas, muy violentas, sobretodo entre el colectivo de los sudacas y los rumanos (casi todos inmigrantes),…¿y esa gente así, también la había en la función pública?. Las broncas en las obras, la mala leche, es la otra cara de la moneda para la que no hay ningún tipo de prevención ni seguridad, y en todo caso imprevisible. Al final la crisis ya se encargaría de poner a la calle a todos los indeseables, y a los buenos también, cerrando multitud de empresas y quedando todos en la puta calle. 



También conocí a alcohólicos, que no podían subir por las escaleras a traerte el cubo de mortero o los ladrillos, pero que por lo menos se sostenían en pie.  Y de trabajar con gente así, por lo menos el comodita del funcionario se ahorra de ello, con lo que me parece injusta su queja, ya que aquí trabajaba y tenía que convivir laboralmente la peor clase de gente, cosa que no tenían que soportar los funcionarios, pasando de todo, gracias sobretodo a sus privilegios de nómina vitalicia, que en comparación sus enchufes eran como el cielo, y el sector del ladrillo era muchas veces como el infierno. Eso también tendrían que valorarlo y saberlo los privilegiados funcionarios, ya que nadie con antecedentes penales puede acceder a oposiciones en la función pública; y eso de tener que trabajar con ex criminales es bastante arriesgado, pues nunca sabes si el tipo la puede llegar a tomar contigo, y los jefes, bueno, los tenían porque no encontraban a otra gente y las obras no daban abasto para cubrirlas todas.
He de decir que conocí a bastantes de esos borricos que montaron sus propias empresas. “Soy el padre de 16 contratistas” me confesó una vez un tal Feliciano, uno de los más conocidos constructores de mi pueblo. Algunos se unieron y crearon una nueva empresa: primero trabajando para clientes que les salían (y que solían ser familiares o amigos, para empezar), o subcontratados de las otras empresas, pero a medida que conseguían ahorrar y con los créditos que les concedían los bancos, se dedicaban a comprar parcelas, maquinaria, camiones, a contratar a autónomos y demás albañiles a cuenta ajena. Empezaban a construir unas viviendas, y terminadas, reinvertían para hacer más, aparte de ofrecer sus servicios a otras promotoras de pisos, y en la medida de lo que podían, tan pronto entregaban su primera promoción, se lanzaban a la segunda, duplicando, triplicando la inversión, el beneficio y el riesgo. Claro, esas cosas no daban para pensar en prepararse para unas oposiciones a una plaza de privilegiado y cómodo funcionario de la nómina vitalicia. Esas cosas les fueron bien hasta que se llegó a medianos de 2007, que a partir de entonces, y en un efecto dominó, todas las que tenían exceso de personal acaban sucumbiendo y cerrando, entre las facturas impagadas y la falta cada vez mayor de faena, y al mismo tiempo que los bancos les negaban la financiación a los que todavía tenían las obras medio avanzadas y por terminar. El sueño de ser los nuevos ricos a base de duro trabajo y riesgo, se esfumó dejando una realidad de ruina que se tradujo en embargos  e insolvencias, que llevó a muchos a la depresión,  e incluso a algunos a suicidarse, pues yo conocí a más de un albañil que se suicidó por la depresión que le causaba estar largos meses en paro y sintiéndose la vergüenza de sus familias. Eso seguro que no iba a ser capaz de hacerlo, ni de vivirlo ninguno de los funcionarios de la nómina vitalicia, aparte que quien quiere tomarse unas vacaciones extras, les pide al médico que les dé la baja por “depresión”, y en este sentido muchos abusan.También conocí a uno de los jefes (y era bastante joven) que estuvo más de dos años con terrible depresión (y de las de verdad) a causa de la ruina, cierre y persecución de sus acreedores, que les hizo la vida imposible. Los funcionarios no pasan por eso, al contrario, por un simple dolor de cabeza piden la baja por "depresión" y conservando el puesto de trabajo bien pagado.



Que un albañil solicite la baja por “depresión” tenía consecuencias de despido a la puta calle en el medio y largo plazo. Hoy en día ya quisiera todo el mundo tener nómina vitalicia como los privilegiados funcionarios, y no encontrarse con tener que luchar de lo más duro que se pueda imaginar para llegar a ser alguien, y encontrarte que un día despiertas en la ruina y como abandonado por todos, y que cuando se encuentra con eso, todo perdido, todo embargado, sin dinero, sin casa, el funcionario se encuentra todo barato para hacerse obras que multitud de esos albañiles apurados le van a hacer por un precio irrisorio y también con unos materiales de construcción a precios de risa por los stocks, se encuentra con lo barato que es comprar muebles por los stocks, y la compra de vivienda, por la brutal caída del precio. ¿Y de qué se queja el pobre funcionario, si es el que está mejor que nunca con la actual crisis económica?. Claro, eso de la “nómina vitalicia” que pagamos todos con los impuestos, es una de las mayores injusticias de nuestro país, que señala claramente los que son ciudadanos de primera y los que no son ni de un número ni del otro. ¿Y se seguirá quejándose de los albañiles, millones de ellos hoy en el paro, y sin el amparo protector del gobierno que sí tiene para con los funcionarios regalándoles una nómina vitalicia cada mes que pagan el resto de los ciudadanos con sus impuestos?.
Es verdad que el sector de la construcción movía mucho dinero, que nadie quería declarar a hacienda, para evitarse impuestos, de modo que trabajadores cobraban lo estipulado en el convenio, pero también podían obtener pagos en negro, en primas, sobretodo en cuanto se refiere a las horas extras, o trabajando los sábados, ya que no se declaraban más allá de las horas oficiales, para evitar pagar impuestos y para ahorrarse las retenciones de un fisco cada vez más voraz e injusto, que no sabía de los cansados sudores que había costado hacer la edificación. Me conozco del caso de un pequeño promotor-constructor, que después de terminar el pequeño bloque de pisos que construyó, para tener contentos a sus trabajadores, les dío una prima aparte en negro de 12.000 euros para cada albañil, por la construcción de una obra en la terminaron en menos de un año. Con cosas como esas, no era entonces de extrañar de ver albañiles que tenían sus buenos cochazos, porque esa exhibición de riqueza con el cochazo nuevo no coincidía para nada en las rentas que declaraban. Dejando aparte que los promotores y los constructores eran los que se llevaban la parte gruesa del pastel, a pesar de la dureza de la profesión, no es que se tuvieran que quejar los duros y rudos albañiles que trabajaban en ella. 
Pues todos sacaron un buen pellízco: por ejemplo, los colocadores a destajo podían llegar a llevarse 3000 ó 4000 euros mensuales, y los muy buenos y muy rápidos, incluso podrían llegar a los 5000 ó 6000 euros mensuales. Responsables tales como encargados, jefes de obra, etc…llegaban a embolsarse hasta 3000 euros mensuales de media, y una buena cantidad de oficiales podían llegar entre los 2000 y los 3000 euros mensuales. Ya hablando aparte de lo que fijaban los convenios, en realidad por entonces se ganaba algo más de lo que fijaban, y cuando se tenían que firmar convenios, se firmaban con facilidad con los sindicatos, pues las ganancias del sector cubrían sobradamente. Los oficiales no destajistas, podrían cobrar entre los 1200 y los 2500 euros, dependiendo de su pericia y capacidades demostradas. Por último los peones cobraban alrededor de los 1000 euros, aunque yo he conocido casos de chavales de menos de 18 años, que cobraban 1200 euros al mes. Claro que con eso de que el respetable funcionario se quejaba de algunos que tenían caballo o jugaban al golf; pues bien, conocí a un albañil muy amante de los caballos, que tener guardado su caballo y que lo cuidaran y alimentaran en el Club de Hípica, le salía a 200 euros al mes la cuota de socio del Club de Hipica, y por tanto era capricho que se podía mantener, para los fines de semana salir a pasear con su caballo por el campo.



 Claro que muchos sacaban beneficio aparte con las horas extras, que en la medida de lo posible no se declaraban para evitar la codicia de Hacienda, y las incordialidades de la Inspección de trabajo, a pesar de que las horas venían limitadas por los convenios. Pero como todos estaban contentos, a pesar de la dureza del trabajo y de las muchas horas, se sentían cómplices y todos miraban de evitar a los sindicatos, a hacienda, a los de prevención, y a la inspección de trabajo. No se muerde a la mano que te da de comer, ni se mata a la gallina de los huevos de oro. Hoy en día, aunque los convenios fijan salarios mileuristas para los albañiles, en la práctica están por debajo de los mileuristas, pues autónomos, después de pagar impuestos de IRPF, IVA (que ha subido un 21%), así como las cotizaciones por autónomos,….si es que tiene suerte de tener trabajo para todo el mes, apenas les quedan netamente menos de mileurista. 



El trabajo no sólo sigue siendo igual de duro, sino peor y más cansado que nunca, debido a la salvaje competencia, y quedando ganancias de miseria, con lo cual le digo a nuestro respetable funcionario: “puede usted estar bien seguro que cualquier albañil le cambiaría encantado su privilegiado puesto de funcionario de la nómina vitalicia, que más quisieran ya”. Con lo cual, y dicho sea con perdón, considero su queja muy poco realista y muy injusta. Y ante todo no hay que olvidar nunca que el trabajo de albañil supone sudar a mares, reventar espaldas y riñones, tragar polvo sin cuento todos los días, soportar frío siberiano, calor infernal, lluvia, viento, y todos los caprichos de la intemperie,…en definitiva un trabajo que produce gran desgaste físico y mental, y que no es nada comparable a las comodidades y los privilegios del común de los funcionarios, que encima no tienen que sufrir en sus carnes la deprimente lacra del paro ni la angustiosa incertidumbre e inseguridad de que no sabes cómo vas a alimentar a tu familia. Os dejo aquí con la carta del funcionario que nos ocupa (recordad que era de principios de 2010, cuando todavía gobernaba Zapatero), para que la leáis y juzguéis por vosotros mismos:
 

CARTA DE UN FUNCIONARIO A LOS NUEVOS RICOS:


Voy a ser sincero.

Soy funcionario de la Junta de Castilla y León, y tengo una antigüedad de 22 años (23 en octubre). Nunca tuve una comisión de servicio, ni ninguna otra situación que me aportara ningún privilegio económico. Mi nómina actual es de 1.476,15 € mes, (nómina de enero de 2010. Alguna sonrisa, o sorpresa, se que ha despertado esta cantidad). Con este trabajo he mantenido a mi familia compuesta de tres miembros; di estudios universitarios a un hijo, y llevamos una vida, -según me educaron-, de moderación, y con dos conceptos (palabras) ahora prohibidas y desconocidas, como son ahorro y sacrificio. Nos tocó y nos tocará ahorrar a los dos, – mi hijo ya se emancipó-, y nos sacrificamos y nos seguiremos sacrificando en algunas ocasiones en el futuro. Mi mujer no trabaja, en parte porque hemos tenido que atender y atendemos a mis padres y a mis suegros, aunque nos han ayudado. Es decir que con mi sueldo como único sustento económico, – y la ayuda de nuestros mayores. Nuestras familias -, nos hemos tenido que defender. Y es lo que hemos hecho. Como no tení­amos mas remedio no pido por ello ni compasión, ni reconocimiento, ni aplausos. Me limito a constatar unos hechos.
Durante mucho tiempo muchos “amigos” y conocidos nos miraban con ciertas sonrisas. (Ocultas pero sonrisas). éramos raros. Los parias pobres de la tierra. Ellos piensan que ganamos más de lo que realmente ganamos, y se reí­an de nosotros. (Así­ que ahora que saben al menos en mi caso lo que realmente ganó, se tiene que estar tirando por el suelo de la risa). Hace poco todos se reí­an del pobre funcionario, ahora algunos menos. Pero, “¿Cómo hemos podido vivir con esa miseria?”. Muchos de ellos, -casi todos-, sin ningún tipo de preparación, de esfuerzo, de estudios, sin necesidad ni de ahorrar, ni de hacer sacrificios, viví­an bastante mejor que nosotros, tení­an mas futuro y eran mas felices. Ganaban lo que querí­an. Tení­an más cosas y acceso a más diversiones y disfrutaban de la vida mucho más que nosotros. éramos unos “estiraos”, unos rancios y unos creí­dos. “No tení­amos mas que postura…”. Ellos viví­an a tope en chales nuevos de columnas dóricas, jónicas, y corintias en su porche; conducí­an BMW y Audis, viajaban de vacaciones a Jamaica, y a Cancún (México, ¿o es Costa Rica?), tení­an varias televisiones planí­simas y grandí­simas, de mucho plasma, y más pulgadas, ellas se depilaban a la brasileña, y dos veces por semana se hací­an mechas rubias, tomaban cafés mañanas y tardes, y hací­an Pilates, Yoga y Tai-Chi. Ellos eran lo más de lo más. Analfabetos, incultos y horteras, tuneaban su coche viejo, sacaban pelis de “hostias” y de “folleteo”, en los videoclub, eran socios del Pucela, del Forum, y del Michelí­n, o como se llamen ahora. Se habí­an apuntado al gimnasio, aunque casi iban, y llevaban jerséis de colores claros que sus mujeres les compraban en el Corte Inglés, con la tarjeta del Corte Inglés. Bebí­an y fumaban todo y de todo, y en casa ellos bebí­an a diario Cardhu. Ellos tení­an “obreros”, “naves” y “fregonetas” para sus negocios, y explotaban a otros más pobrecillos que ellos, (inmigrantes en su mayorí­a); y ellas tení­an “jacuzzi”, bicicleta estática y “criada” para sus casas. (Quien se lo iba a decir a sus madres y padres, que preguntaban asustados: “¿Hijo, estas en la droga?”). Todos eran listí­simos, guapí­simos, y riquí­simos, y los mas “güais”. Guapí­simos y guapí­simas, todos. Todos tení­an tarjetas varias de bancos varios, y les saludaban los directores de las Cajas de Ahorros, de hecho merendaban a menudo con ellos en las barbacoas que hací­an juntos, y por supuesto pagaban ellos, y que acababan beodos de “güisqui” de mas de 10 años. Ropa de marcas, zapatos de marca, playeros de marca. Bicicletas de “montainback”, móviles varios. Cenas fuera de casa. Comidas. Viajes. Y los porrillos de rigor, y alguna cosilla blanca más, pero nada grave. ¿O si? ” .. Y sin ir a la universidad, tí­o listo”.

Sus hijos eran tan incultos o más que ellos, pero… para que se iban a sacrificarse, si ellos (sus padres), malamente leyendo y sin saber sumar, (con la calculadora de pilas, se defendí­an), y les iba la vida bien,… hasta tení­an caballos y jugaban al golf. Dos coches el que menos, coche ella y coche él. ¿Es que acaso sus hijos tení­an que envidiar algo, a los hijos de los rancios y tristes de los creí­dos funcionarios? pues no. “Eran unos fracasados. Unos comemierdas que sólo tienen que soberbia y postura. Además les damos de comer nosotros. Les pagamos el sueldo. Están para servirnos. ¿Qué es lo que se creen esos parásitos?”. Los niños tení­an todas las plays que se habí­an fabricado, todos los móviles, y todos los MP3, y MP4. Hasta Hipods. Y los más sensibles poní­an un profesor a los chicos, para matar un poco el gusanillo de su propia ignorancia. “Para que sean algo menos brutos que nosotros, aunque no nos va mal del todo”.
Los funcionarios y nuestras familias éramos los más tontos del barrio, o del pueblo. “¿Qué nos habí­amos creí­do? pelotas, y enchufados, todos. A saber como habí­amos entrado…”. No es que ellos eran más ricos y tení­an más medios que nosotros, es que además nos llamaban gilipollas a la cara con su actitud, y modo de vida.

Nuestros hijos dudaban de nuestra autoridad, y normas de vida. ¿Cómo es posible que los padres de sus amigos, incultos, bastos y sin ningún tipo de estudios, o de sacrificio, te den mil vueltas, papá? ¿Papá estas tonto? ¿No podemos comprarnos la Play? ¿Qué tenemos que ahorrar? ¿Sacrificarnos, para qué? ¿Cuándo cambiamos la tele?

Así­ que ahora me alegro. Me alegro. Pero no me alegro de lo que podí­a ser mas fácil. No. No me alegro de que los BMW, desaparezcan de las puertas de los adosados, cuyas barbacoas, ya no humean, y no invitan ya a los de CajaEspaña. No me alegro de que las peluquerí­as estén con la cera frí­a, las orejas tiesas, y las ingles ausentes. No me alegro de que los caballos pasen hambre, y esperen lánguidos al dí­a siguiente para ver si hay suerte y les dan algo de comer. No me alegro de que los palos de golf se estén oxidando. No me alegro de que los directores de los bancos, no salgan a almorzar a los bares de la zona, para no tener que invitarles, y pasar un mal rato con esos paletos que no saben ni comportarse. No me alegro de que los obreros que mandaste ya al paro, te hayan amenazado, – y en algún caso te hayan tocado la cara -, y no sabes que hacer para torearles. No me alegro de que la criada” hispana” no sabe como decirte que hace tres meses que no cobra, y que por un bocadillo de chóped se queda en su casa. No me alegro de que la caldera del chalet esta sin gasoil, y no puedas poner la calefacción. Que el seguro del segundo coche esta caducado. Y la del otro solo a terceros. Que las ruedas del todo terreno están que se las ven los alambres. De que el profesor de fensui ya no te salude. Que ya no cojas las llamadas de la Gestorí­a. No me alegra el saber que preguntas por las cartillas bancarias del abuelo. “Que…. ¿donde están las cartillas de los abuelos, y para qué quieran cobrar ellos la pensión? joder que egoí­smo, ¿qué piensan hacer con el dinero?”. También se preocupan ahora por sus mayores. Eso está bien.

Me apena una cosa. Que sus hijos no hayan conocido, ni vayan a conocer lo que es educación, ni los modales, ni el respeto, ni lo que se puede hacer y se hace ahorrando, ni sepan lo que es sacrificarse…ni ser previsivo ante lo que el futuro nos puede preservar. De hecho con el dinero que han ganado a espuertas, si hubieran tenido la humildad de reconocer que la situación no era la lógica, ni la normal, ni podí­a durar de por vida, hubieran ahorrado, invirtiendo y preparándose un futuro, cosa que casi ninguno de ellos ha hecho.

Hay cosas que están en el ADN. Y hay cosas que hay que mamarlas. Y otras se aprenden. Así­ que me alegro de mi ADN. Me alegro de lo que mamé, y me alegro de lo que aprendí­. (Aunque nunca dejo de aprender, porque nunca es suficiente).
Y me alegro de la situación actual de la economí­a, aunque haya muchos inocentes que no se merezcan lo que les esta pasando. Y me alegro de mis mí­seros mil y pocos euros, a pesar de que causen risa. Y sobre todo de que a ellos ahora les vaya mal.

Y no me alegro por que yo ahora tenga o disfrute de lo que ellos tení­an o disfrutaban, no. No tengo lo que ellos tení­an, no. Yo sigo lo mismo que hace unos años. Igual o quizás peor. No tengo sus BMW, ni sus Audis, ni sus chaletes, ni sus negocios, ni sus alcoholes, ni sus perfumes, ni sus fumes. No. Tampoco me alegro al ver el mal ajeno, no. Me alegro porque veo que las ideas y modo de vida en que me educaron, a la larga merece la pena. Veo que los valores que me inculcaron mis padres, eran los correctas. Seguiremos siendo raros, seguiremos tristes, estirados, y creí­dos, pero seguiremos con nuestro trabajo, mal pagado, una risa para ellos (reitero mi nómina de enero, 1.476,15 €), pero que sepan que me alegro de que me miren ahora con un poco de envidia, y de respeto… Y me alegro de que pregunten sobre como es eso de las “oposiciones” y que si hay que “pagar por presentarse”, que “¿Que estudios hay que tener para eso?” y que les avisemos de cuando salen unas para presentarse, de peón, ordenanza, chofer, o algo así­. “Jonathan, hijo, ¿tú que estudiabas?”. Quizás aún alguno se siga riendo o sonriendo pero ya seguro que son menos. Hasta tu, desconocido lector, puede que seas uno de ellos.

Me alegro, (dije que iba ser sincero de todo. Quizás sea una mala persona pero…)… que se jodan. Que se jodan. (Y si te toca a ti en algo, pues lo siento, te jodes).
FIRMADO:
Un funcionario de tantos, que con 23 años de antigüedad en octubre, cobra 1.476 € al mes, y a pesar de ello tiene la cabeza muy alta y esta orgulloso de serlo.

Posdata.- Y todaví­a algún iluminado cree que la solución para la situación económica de España es que me congelen el sueldo.





miércoles, 3 de julio de 2013

LA COLOCACIÓN DE LA BANDERA



Llevo ya bastante tiempo escribiendo ese blog que cuando empecé, no sabía cómo empezar, e igualmente sigo sin saber cómo terminarlo, aunque soy de la idea que un blog no tiene final, ya que siempre hay algo que exponer y contar.

Hoy se me ha ocurrido hablar sobre la puesta de la bandera. Aunque sé que en alguna entrada he hablado sobre ello, seguro que ha sido fugaz, y expuesto con poco detalle.

Es un tipo de rito que con el paso del tiempo se ha ido perdiendo, y no sé si por la usura o la codicia, pues incluso en la época del boom de la construcción, observé que se dejó de celebrar la fiesta de la bandera en mucho sitios, y no digamos en los tristes y difíciles tiempos actuales, que es más raro y complicado ese tipo de celebraciones. Aquellos tiempos del franquismo y primeros del postfranquismo, que era un rito muy habitual, parece ser que ya no volverán, igual que si antes todavía había gente que iba a misa, ahora cada día es menos, y hasta se les ve como un bicho raro a quienes acuden.

¿Y qué es esa fiesta de la bandera, puede que se pregunten los más jóvenes?. Pues que antes cuando teníamos que hacer una vivienda, fuera una casa o un bloque de pisos, empezábamos por los cimientos y terminábamos con la cubierta del tejado, es decir, que pasábamos de la fase de la construcción de los cimientos, y con ello los encofrados, los forjados, las paredes maestras, hasta cubrir y terminado de poner la última chimenea y la última teja, que muchos consideran la fase más dura por mover mucho hormigón y mucho andamio exterior. Pero en realidad no es así: levantar y cubrir en su conjunto va rápido, pero una vez que has llegado arriba y has colocado la última teja, toca hacer al revés: de abajo a arriba, ya en la fase de las tareas propiamente dichas de albañilería que requieren más pericia: los acabados interiores y exteriores, sea para enfoscar o enlucir paredes, poner azulejos en suelos y paredes, y dar por terminadas las escaleras anteriores, pero antes haciendo las regatas y volverlas a tapar para el paso de los tubos de electricidad, agua, internet, gas, etc.., y aunque no os lo creáis, la segunda fase es mucho más lenta y trabajada, requiere mucha más pericia, y se tarda muchísimo más.

 

Después de la primera fase, como si ya se hubiera aprobado un primer examen, el cliente, la promotora o la constructora, invita a los albañiles y demás personas que intervienen en la obra: aparejador, arquitecto, lampistas, yeseros, carpinteros, pintores, etc… para hacer una buena y copiosa comida o cena en algún restaurante, y celebrar haber llegado hasta aquí colgando ya la bandera que sea visible desde un tejado o chimenea, como un indicador de que ya pasamos a la segunda fase. Como una manera de estar agradecidos, o más bien una manera de que no fueran a pensar que son unos tacaños y unos desagradecidos, aunque en los últimos tiempos, incluidos los del boom inmobiliario, la tacañería se extendió como una peste. Claro que da gusto de trabajar para personas que tienen dinero, y que son capaces de pagarte una buena fiesta, en la que no sólo comida, sino que a veces incluso contrataban a una orquesta para celebrar el evento, y estas fiestas de algún modo contribuían a una mayor hermandad entre la comunidad constructora, aunque eso no dejara de ser un mundo de envidias.


Y no es sólo esa tradición de la bandera. En los felices tiempos del boom, en los que los constructores tenían buenas ganancias y el dinero corría abundante de un lado para otro, para tener contentos a los albañiles y a la dirección facultativa, así como a proveedores como los dueños de la planta del hormigón, o los camioneros que traían el material a la obra, se les invitaba por cualquier motivo: colocación de la bandera, fiesta mayor de San Antonio (patrón de los albañiles), el santo o cumpleaños de cualquiera de los jefes o socio, la proximidad de la Navidad, etc… Eran los años de las grandes ganancias, y de las maneras de tener contentos a todos, pues aunque había trabajo en abundancia y de los repetidos tiberios, porque no era fácil encontrar mano de obra, y tampoco que el hormigón te lo trajeran en el día y hora señalada, así como que llegara cuando hacía falta el camión del material. Y cuando hay buenas ganancias, es de bien nacidos tener contentos a todos con celebraciones pagadas por el cliente o la misma empresa. Hoy aquellos tiempos de los alegres años de la construcción, ya no volverán. Pero, con la poca faena que hay hoy en día ¿se seguirá manteniendo la tradición de la comida de la bandera?

lunes, 1 de julio de 2013

DIFERENCIAS ENTRE PROMOTORA, CONSTRUCTORA E INMOBILIARIA



Aunque los tres términos pueden confundirse, la promotora generalmente es la que tiene el terreno y solicita los servicios de la constructora (para la construcción de las viviendas), y de la inmobiliaria (que es la que la comercializa, sean nuevas o de segunda mano). Y a veces las tres cosas se funden en una sola: la misma empresa a la vez invierte, construye y vende.

 

Se empieza por tener el terreno, se encarga un proyecto a un arquitecto para que elabore unos planos dentro de las exigencias legales y las indicaciones del interesado, a partir de los cuales se solicitará una licencia al ayuntamiento correspondiente.


 Como se dice en el mundo de los negocios “el cliente es el rey”, se procura tener contento al que pone el dinero, porque como te encuentre caro o no le gustes, no sólo te arriesgas a que no te vuelva a contratar, sino que además hablará mal de ti, y ya se sabe que el “boca a boca” es la mejor propaganda de uno mismo.

 

Promotor lo puede ser cualquiera, siempre que tenga el dinero suficiente para cubrir los objetivos de la inversión que pretende, que no es otra cosa que obtener buenos beneficios. Ese dinero puede ser propio, o bien de los bancos que le prestan, siempre avalado de alguna manera para dar garantías. Claro, tiene que contratar a un arquitecto (que es quien le hace el proyecto dibujado sobre un  plano), y a un aparejador para que vigilen que la constructora (es decir, los albañiles) acaben dando forma material a lo que está dibujado en el plano. Ese equipo (arquitecto y aparejador), reciben el nombre de “dirección facultativa”, aunque no sudan, no tienen que soportar enormes esfuerzos, ni tanto stress, ni soportar tantas veces los cascos o arneses de los albañiles, que son los que hacen la faena más sucia y esforzada.  

"EL POCERO"


La constructora la componen la empresa con el grupo de trabajadores con mayores o menores conocimientos técnicos, subdivididos en categorías (el dueño de la empresa, el jefe de obra, el encargado, el oficial, el peón, el ayudante, el pinche, etc..) según su preparación y especialización,  que no sólo está formado por el personal de la propia empresa constructora, sino también a veces por otros albañiles o peones autónomos, o terceras empresas de construcción subcontratadas. Está formada por aquellas personas que van a hacer la parte más dura y estressante del trabajo, haga sol, frío, nieva, llueva o haga viento.


Dentro de lo posible los empresarios contructores ( llamados también “contratistas de obras”) tratan de conseguir el máximo beneficio que pueden, a través de presupuestos competitivos que se aceptan o no, o pactando los trabajos realizados por determinados  precios a horas, ya que esto es un libre mercado, con la más salvaje competencia que se pueda conocer.


El promotor, claro, trata de vigilarlos que realicen bien sus trabajos por medio de la dirección facultativa, que a veces no coincide con sus intereses por las exigencias de los cumplimientos legales, que muchas veces son muy caros y encima ni son productivos, como por ejemplo poner barandillas que estorban, o redes en los andamios, y muchísimas cosas que se me harían muy largo de comentar. Por eso tanto promotora como constructora, generalmente suelen ser más hostiles con la dirección facultativa, tratando de evitarlos en lo que pueden, con escasas reuniones y dando muchas excusas, ya que ambos pretenden el máximo de beneficios, tanto en dinero, como en ganar tiempo y vender cuánto antes.

 

Claro, entre lo de “el cliente es siempre el rey” (y como no lo tengas contento peligra tu posible futuro contrato), y lo que son las exigencias legales, esa dirección facultativa (arquitectos y aparejadores) son los que tienen que vigilar que los trabajos se ejecuten bien y tengan la calidad legal exigida, ya que son ellos los que han de certificar los informes, y a los que se les van a exigir responsabilidades de esas construcciones que muchas veces construyen albañiles que son unos verdaderos chapuzas semi-analfabetos (con perdón, que no todos son así, y los hay que valen más que cien arquitectos), que naturalmente así no se ven en condiciones de poder responder al alto nivel técnico que exige la legalidad, y por eso la dirección facultativa se hace unos seguros de responsabilidad civil, por si acaso.


 Claro que entre los unos y los otros, aunque tienen que convivir por la fuerza, muchas veces se hacen de difícil convivencia y entendimiento, tratando cada uno de interpretar su propia comedia como pueden, dentro de ese mundo de las hipocresías y las picarescas. Y es que la cruda realidad del mercado es que es el dinero el que siempre manda.

 

Por su parte la inmobiliaria, que suelen ser como tiendas donde en sus escaparates están expuestos los planos o las fotografías de las viviendas en venta, son las que se dedican a vender, y muchas veces se han quedado con comisiones de entre el 3 y el 10% del precio de venta del inmueble, haciendo gestiones de escrituras, hipotecas, y todas cuantas se tengan que intervenir en ese asunto. Así que por un piso de 200.000 euros, ganar de golpe en un día 20.000 euros, no están nada mal, considerando que esa era la ganancia de un albañil en todo un año de duro trabajo, y que se gana en apenas pocas horas sentado en un cómodo despacho.

Hace varios años, para dedicarte a la profesión de vender fincas (parcelas y edificaciones), tenías que tener un título oficialmente reconocido de A.P.I. (Agente de la Propiedad Inmobiliaria) para con el que para dedicarte, antes tenías que aprobar unas oposiciones a API; pero llegó un buen día que el mercado se liberalizó por completo, y cualquiera tenía la libertad de abrir una inmobiliaria para vender viviendas, igual como si pusiera una tienda de chuches o de churros. La cuestión era tener imaginación e iniciativa propia, y saber vender, y hubo que tenían gran talento comercial y se hicieron ricos en poco tiempo, pues no es lo mismo vender una camisa, que vender una casa en un solo día, con las abismales diferencias de margen de ganancias entre vender una u otra cosa.

 

Cabe decir que a veces los promotores y los constructores, más pendientes del beneficio y de lo productivo, no van de la mano con la dirección facultativa (arquitecto y aparejador), ya que esos últimos son por exigencias legales, y conllevan sus propias exigencias, que muchas veces tienen poco de ver con lo productivo, la rapidez en la ejecución, el plazo de entrega de la obra terminada, y la filosofía empresarial del máximo beneficio en el menor tiempo posible. Pero aunque todos van por lo común: el negocio de la vivienda, son tres cosas distintas, que a veces han venido fusionadas las tres partes en el interés común.

 


Ya con el estallido de la burbuja inmobiliaria, hemos visto que varias docenas de miles de tiendas inmobiliarias han tenido que cerrar por falta de ventas, las contructoras han tenido de despedir cientos de miles de albañiles (y muchísimas empresas incluso cerrar) por falta de cobros y falta de trabajo. Y los promotores se han quedado colgados y arruinados con tener unos terrenos que ya no valen ni la mitad de lo que les costó, con edificaciones que ya no se venden ni a la mitad de precio de hace 5 años, teniendo muchas edificaciones a medio terminar, y los bancos cerrando el grifo del dinero por la falta de seguridad en la venta de los inmuebles, así como dificultando el crédito e hipotecas a empresas y a particulares, por el tremendo paro que hay.


Ha habido una especulación descontrolada y unos precios demasiado sobrevalorados de los inmuebles, que ha provocado unos daños colaterales en todas las partes implicadas, al encontrarse que todo eran anotaciones en cuenta, y que no existía realmente el dinero para financiar todo lo que se estaba haciendo. Y naturalmente, el banco no concede préstamos (aparte que también tiene problemas de liquidez), si el promotor no invierte (porque hay excesiva saturación de viviendas en el mercado, que sigue siendo muy caras de comprar, a pesar de haber bajado una media de más de un 50% en su precio de hace 5 años), y la constructora (y con ello los albañiles) no tienen faena estable y al medio-largo plazo, tampoco tienen trabajo la dirección facultativa (arquitectos y aparejadores). Y así nos han jodido entre todos.