Interesante saber también un poco, desde este blog, sobre
las constructoras de las altas instancias que manejan y consiguen grandes
fortunas, aunque para la inmensa mayoría de los albañiles ese mundo nos resulta
bastante complejo y desconocido, con comportamientos bastante propios de los
mafiosos. Pero ya se sabe que con el dinero “el negocio es siempre el negocio”.
A raíz de reciente escándalo de la constructora española
Sacyr con la petición de unos 1200 millones de euros más para cubrir sobrecostes
en su construcción de una segunda vía del Canal de Panamá, la cosa se ha puesto
de actualidad, aunque con ello la “Marca España” ha salido muy mal parada.
Claro que quizás allí no han conseguido la complicidad de los políticos y funcionarios
corruptos de turno. Claro que esa práctica de los “sobrecostes” es algo muy
habitual en España, teniendo en cuenta que siempre se paga con dinero público
de los contribuyentes, y que esos habitualmente incluso llegan a duplicar,
triplicar, y mucho más que eso su presupuesto inicial aceptado por las
administraciones públicas. Y es que en el departamento de “Obras Públicas” es
siempre el más indicado para los políticos junto con la complicidad de altos
funcionarios que buscan enriquecerse rápidamente.
Exponen los periódicos
digitales, “que en muchas ocasiones las ofertas (de las empresas de
construcción extranjeras) eran derrotadas pese a que calculaban con precisión
el coste de la obras. La razón, como es obvio, era
que sus competidores hacían trampas con el consentimiento del político y el
funcionario de turno, que aceptaba la oferta económica más baja sabiendo a
ciencia cierta que era papel mojado, toda vez que posteriormente se modificaría
al alza..."
Pero a título personal, os cuento que uno de los trucos más
empleados para el aprovechamiento de las obras públicas como negocio por parte
de los políticos, es por ejemplo, los alcaldes y concejales cómplices que
tienen un proyecto de construcción para el municipio, y se lo ponen en
conocimiento de la empresa interesada en la concesión de las obras para que
prepare los planos, presupuestos y la documentación con toda rapidez, y cuando
esto ya está preparado, lo sacan a concurso público con un límite de tiempo que
al resto de las empresas no les da tiempo para hacer estudios, planos y
presupuestos, con lo que al final las obras son adjudicadas a la empresa cómplice
con el político que se presenta dentro del límite del tiempo, de la cual va a
sacar buenas comisiones para repartirse, a costa de los presupuestos públicos.
Luego ya en medio de la obra, otras historias son que vengan los asuntos de los
sobrecostes, que igualmente se cargarán al presupuesto público, con las
correspondientes comisiones que acompañarán de por medio. Por eso una vez
cierto ministro socialista de economía de Felipe González, llamado Carlos
Solchaga, dijo una vez: “España es el único país del mundo donde cualquiera se
puede hacer rico en poco tiempo”,…..toda la razón tenía, si no se hubiera
olvidado el detalle de añadir que se refería a los que se dedicaban a la política
como hemos ido viendo en el paso de los años. Por supuesto, existen otros
muchos trucos para enriquecerse con la obra pública, otro de los cuales serían
emplear distintos materiales que técnicamente ofrecen la misma resistencia que
se requiere legalmente, empleando los más baratos y presupuestándolo como el
material más caro, con gran diferencia de precios, que por citar un ejemplo, en
el caso de cimientos, poner hormigón armado, en lugar de hormigón en piedras
(mucho más voluminoso y como mínimo 4 veces más caro, pero presupuestándolo
como el más caro). Y así se hacen las grandes fortunas en la construcción,
aprovechando el dinero público y las triquiñuelas legales.
Interesante, además, lo que
os inserto de este artículo aparte publicado hoy también en “El Confidencial”
(os selecciono, copio y pego aquí: )
LOS SOBRECOSTES EN LAS OBRAS QUE 'SABLEARON' A LOS CIUDADANOS
05.01.2014
Los modificados de los contratos son un
invento puramente español. Han permitido el engorde premeditado de todas
las grandes constructoras del país, no sin la colaboración imprescindible de la
clase política. Y con los contribuyentes como únicos pagadores de la
fiesta.
Lo que pide Sacyr en Panamá no es nada extraño para la
constructora. Es lo que esta empresa y el resto del colegas del mercado llevan
décadas haciendo. Y la amenaza de paralizar las obras del canal y convertir su
concurso-trampa en un problema político es su chantaje habitual,
pensado para que los cargos electos se avengan a soltar dinero público.
Sin límites.
Sólo en los
últimos diez años, las constructoras han conseguido modificados al alza (nunca
a la baja, curiosamente) superiores al 500%, como en la T4 de Barajas o en la
Línea 9 del Metro de Barcelona. Y no se conoce el caso de ningún cargo político
que haya presentado su dimisión por autorizar el pago de esos errores de
cálculo. A lo peor se cierran con un informe intrascendente del Tribunal de
Cuentas.
Aquí van algunos de los ejemplos más emblemáticos,
pero los vericuetos de la administración territorial encierran muchos más
casos.
Fotografías: Instituciones
Oficiales, Wikimedia Commons, EFE, Kedin.es
FUENTE DE LA INFORMACIÓN
(entrad, donde podréis ver fotos, e información en cifras de los respectivos
sobrecostes):
LOS SOBRECOSTES EN LAS OBRAS QUE 'SABLEARON' A LOS CIUDADANOS
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Ese peligroso pacto entre ladrillo y poder político
Los fracasos no caen del cielo. Hace unos días, en privado, un avezado contratista contaba una de esas historias pánicas que reflejan la podredumbre de un país por echarse al coleto un cóctel explosivo que combina, ya desde los tiempos del marqués de Salamanca, política y ladrillo. Y todo ello con una consecuencia. Cada cierto tiempo, cuando la crisis emerge, la nación se convierte en un lodazal al aflorar todo tipo de escándalos de corrupción.
En los años 60, pleno desarrollismo franquista, se instaló en España la multinacional británica de la construcción John Laing. No se trataba de una constructora más. Al contrario. Es todavía hoy una de las que cuentan con mayor pedigrí del mundo. No en vano, nació en 1848 y continúa siendo una potente compañía que opera en medio mundo construyendo infraestructuras.
Laing sabía que para trabajar en España había que contratar políticos. Y eso puede explicar que en enero de 1975 nombrara presidente no ejecutivo de su consejo de administración (lo que le permitía seguir con sus actividades políticas en la oposición al franquismo) a Francisco Fernández Ordóñez, quien -paradójicamente- acababa de cesar (a petición propia) como presidente del INI.
Pero lo que no podían sospechar Laing es que ni por esas podría afianzar su posición en España. Sus ingenieros se quejaban de que en muchas ocasiones sus ofertas eran derrotadas pese a que calculaban con precisión el coste de la obras. La razón, como es obvio, era que sus competidores hacían trampas con el consentimiento del político de turno, que aceptaba la oferta económica más baja sabiendo a ciencia cierta que era papel mojado, toda vez que posteriormente se modificaría al alza. Ni que decir tiene que con el tiempo Laing salió escopetada de España y aquí se quedó un sucedáneo de empresa (para mantener los intangibles) a la que se le quitó la ‘g’ para españolizar el nombre, y que después acabó siendo la ‘L’ de OHL.
Caza mayor
La salida de la británica no fue la única. Ese pacto de sangre que “desde tiempos de Viriato” han firmado políticos y constructores ha borrado del mapa cualquier presencia de empresas extranjeras para operar en la obra pública española. Es decir, se ha creado una especie de coto vedado en el que sólo cazan a la manera de Miguel Blesa (a lo grande) las empresas nacionales, no vaya a ser que bajen los precios que pagan las administraciones por laobra civil. Y lo mismo sucede con las concesiones públicas, donde los reyes del ladrillo han construido un imperio a costa de dar servicios que antes prestaba directamente el sector público y que ahora han sido privatizados, en muchos casos con un discutible resultado.
El profesor Ganuza, de la Universidad Pompeu Fabra, analizó hace algún tiempo los sobrecostes en las obras públicas llevadas a cabo en los años 90 por el Ministerio de Fomento. En concreto, de todas con un presupuesto superior a los tres millones de euros. Los resultados de la investigación fueron llamativos: el 77% de las obras presentaba algún tipo de sobrecoste, que de media suponía el 14% del precio de licitación de la obra. Pero analizando su distribución se llegó a la conclusión de que más de un tercio de las obras tuvo un sobrecoste del 20%. No se trataba, por lo tanto, de grandes obras cuyos costes son a veces imprevisibles (como el canal de la Mancha o las dos nuevas esclusas del canal de Panamá), sino de trabajos en muchos casos convencionales que ponían al descubierto una práctica habitual.
Con razón el Parlamento Europeo llegó en su día a hablar de que el sector de la contratación pública es el más expuesto a los riegos de “gestión irregular, fraude y corrupción”.
Cómo ganar concursos
El hecho de que haya sobrecostes, sin embargo, no tiene que ver con que las constructoras españolas sean menos eficientes que las de otros países. Al contrario. La armada del ladrillo es tremendamente competitiva en los mercados internacionales y ganan concursos de forma regular. Lo que sucede es que en España se ha convertido en algo habitual que una obra cueste 1,2-1,4 veces lo que se ofertó, provocando no sólo un mayor gasto para el erario público, sino una ausencia de transparencia incompatible con el sistema democrático.
explicó espléndidamente este sábadoAgustín Marco en este diario, difícilmente podrá acceder a nuevas licitaciones internacionales tras la espantá panameña. Aunque lo más relevante es que se vuelve a poner al descubierto lasimpúdicas relaciones entre poder político y ladrillo. No sólo en España, sino también en muchos países donde la presencia de constructoras extranjeras es residual para favorecer a la industria nacional. La coima o el cohecho no son desde luego patrimonio exclusivo de los españoles. Y desde luego que Panamá no está en condiciones de dar lecciones a nadie. ¿O es que los ingenieros de laACP no sabían que la oferta de Sacyr era inviable?
En última instancia eso es lo que ha llevado a Sacyr a liquidar su credibilidad internacional. Como
Pero lo que realmente sorprende es la curiosa tendencia a convertir en asunto del Estado los problemas de las empresas españolas en el exterior, como si la credibilidad de un país dependiera de las decisiones de consejos de administración que de forma autónoma e independiente toman sus decisiones, y que a quienes tienen que dar explicaciones es a sus accionistas. Algo que ocurre con especial frecuencia en el mundo de la construcción, alimentado por las cajas de ahorros (sector público) durante los años del boom. Los problemas de Sacyr (fracaso en el asalto a Dragados, fracaso en el asalto al BBVA y fracaso el asalto a Repsol) son los problemas de Sacyr, y no son los de España. Y bien haría el Gobierno es no confundir los planos de actuación. ¿O es que los diferentes ministros de Fomento se han preocupado de cada una de las 135.049 empresas de la construcción que han cerradodesde el hundimiento del ladrillo dejando en la calle a 1,3 millones de trabajadores?
Es evidente que el tamaño del embrollo es muy distinto, pero de forma agregada los problemas de las pymes españolas son muy superiores a los réditos económicos que puede aportar el contrato de Sacyr para España. Aunque guste mucho hacerse una foto de vez en cuando con los barandas del empresariado patrio.
Y lo que ocurrió con el canal de Panamá es que la licitación se convirtió en un asunto de Estado avalado por el anterior Gobierno. Pero la diplomacia económica no tiene nada que ver con sacar las castañas del fuego a un proyecto de un iluminado como es Luis del Rivero. Como se sabe un conocido ‘patriota’ que no dudó hace un par de años en poner en jaque el futuro de Repsol para salvar su cuenta de resultados. Lo que daña a la marca España es apoyar proyectos suicidas.