Navegando por internet, no logro acordarme ahora de adonde leí que en Nueva York algunas obras ponen un letrero para que lo vean los curiosos y dice algo así como si alguien ve algún operario en las obras que incumple las normas de prevención, llame a la policía sin necesidad de decir el nombre para que esta intervenga. O sea que se incita a la gente a dar el chivatazo, algo muy tentador por parte de este mundo donde la envidia es uno de los pecados capitales más comunes, y dio para reflexionar. No sé cómo estará el tema en los demás países, pero me da la sensación de que estamos yendo demasiado lejos, y no para bien precisamente.
Si los sufridos trabajadores de la construcción ya tienen bastante con soportar el toqueteo de cojones por parte de los cabrones de riesgos laborales o los demás facultativos técnicos, ahora sólo falta que el público ignorante de la profesión se le de por chivatarse (eso del chivateo, igual vicio muy español). Afortunadamente nuestro embrollado (y muchas veces hasta corrupto sistema judicial) reconoce la constitucional “presunción de inocencia” para poder juzgar de cualquier manera eximiendo de responsabilidades si no están lo bastante probadas; y en mi opinión personal para ser justos considero que en las obras todo lo preventivo ha de ser voluntario, y cada riesgo a cuenta de cada uno y no buscar culpabilizar a los demás, mientras las empresas pongan a disposición de sus empleados los elementos de prevención a los que como mínimo les obliga la ley, pues al final cuando hay algún accidente o ocurre alguna desgracia a alguien, ese asunto acaba siendo un negocio con lo de las indemnizaciones tanto por parte de víctimas como por acusadores que de ese dinero se han de beneficiar con la excusa del accidente e incumplimiento o ignorancia de determinadas normas.
No cabe duda de que la formación en prevención es muy necesaria, pues nadie quiere accidentarse ni hacerse daño, ni que ninguna desgracia le ocurra a cualquier colega de tajo …pero dicha prevención no debería de ser impuesta, sino ser voluntaria, como debería serlo todo en un país libre donde la gente se rige por el sentido común sin necesidad de normativas, reglamentos o leyes, y todo ello sin menoscabo de las libertades personales de cada uno: en principio no se debiera de obligar nada a nadie. Se debe de acabar con la actual cultura o “modus operandi” del acoso, de la inseguridad, del miedo, de la extorsión por parte de los de riesgos laborales o resto de los técnicos facultativos, y cambiarla por la cultura o maneras de la prevención voluntaria. Es curioso que quienes más usan el casco, son los que menos trabajan, y muchas veces se presentan en las obras con buenos trajes y corbatas cuando no con chalecos reflectantes, y no con el mono o el tejano con camiseta sucio de polvo y apestosamente sudada del albañil. En cuanto existe la obligación, ocurre que el descontento y el incumplimiento se hace patente; y por ejemplo, el puesto de trabajo es ordenado y con buena vista de vallas, puntales, letreros, etc…, y con los empleados usando casco, chaleco, etc.. sólo el día que se tiene conocimiento de facultativos o los de “riesgos laborales” que vienen a mirar y si se puede dar el caso, “tocarle los cojones a alguien de los que siempre están presente en las obras currando”. Esa no es manera de hacer las cosas, pero es la consecuencia del sistema mismo que lo han impuesto una serie de legisladores, letrados, burócratas y demás elementos de clubs corporativistas que nunca trabajarán ni sudarán en una obra, pero que vivirán a costa de esta.
El conocimiento de las nociones de prevención, seguridad y salud es básico, porque es la manera de prevenir accidentes y daños a la salud, y debe de ser algo voluntario a riesgo y responsabilidad de cada uno, pero no se deben buscar las culpas en terceros, y por otra parte ya tenemos la acción protectora de la seguridad social, teóricamente el ente solidario de los trabajadores españoles para amparar desgracias del resto de los trabajadores españoles. No olvidemos que, por ejemplo, largas horas de cascos en la cabeza, pesados e incómodos chalecos-arnés con ganchos y cuerdas colgantes, zapatos metálicos con una calor de espanto, etc….son muy stressantes, cansinos y de mucha excitación nerviosa, y por tanto, indirectamente dañinos para la salud del albañil. Claro que no voy a decir que cuando se corte algo con radial no se tengan que usar gafas de protección, porque para eso sí es necesario, de la misma manera que no caminas encima de la lechada de hormigón sin botas impermeables. Lo mismo sobre usar guantes cuando se tocan armaduras, o bloques (aunque hay que decir que demasiado uso de los guantes, vuelve la piel demasiado fina, y eso no es recomendable para un albañil que tiene que estar muchas horas tocando y poniendo ladrillos: es mejor e incluso más saludable tener una piel dura y acostumbrada a tocar de todo. En todo caso, lo que si digo es que aparte de que las cosas deberían de tomarse con total voluntariedad por parte de cada uno, el mejor instrumento de prevención es tener un teléfono móvil a mano para llamar por si acaso ante cualquier peligro o incidencia a la persona correspondiente, así como disponer de un sencillo y completo botiquín en la obra por si acaso (que de hecho ya es obligatorio por parte de la empresa).
Desde luego que imponer la normativa acompañada de unas exigencias abusivas contra las libertades personales, no da resultado, y si ha dado lugar a muchas hipocresías y al mismo tiempo muchas hostilidades y discordias entre las distintas partes que han de intervenir en una obra de construcción, puesto que la gente no actúa por verdaderas ganas con lo de la “prevención”, sino más bien por miedo a la sanción y hasta incluso a la amenaza de despido por parte de los de riesgos laborales, cosa que crea fuerte hostilidad y resentimiento. Es ley de la naturaleza que todo cuanto supone de estorbo y de incomodidad para los trabajadores, tiende a incumplirse. Ha de prevalecer el sentido común, el saber ir con cuidado,…pero no se puede imponer nada a nadie. Si alguien por mala suerte se accidenta, se le da la baja o la invalidez, que para esto nos pasamos toda la vida cotizando a la seguridad social; o si se muere, pues se le entierra como no queda otro remedio. Pero lo que no podemos hacer es una política de buscar culpables, y buscar culpables es siempre la más peligrosa de las actitudes, ya que siempre cualquiera tiene sus razones y justificaciones, y quien denuncia, se expone a un futuro ajuste de cuentas o venganza, pues normalmente no se sale tan pancho después de haberse medido en un marrón así, con lo cual la denuncia ya de por sí es una actitud peligrosa por parte de quien se arriesga a interponerla contra alguien. Es la única manera de acercarse más o menos al objetivo de cero desgracias laborales, y cero denuncias. Por otra parte hay que decir que tampoco se dice la verdad cuando no se expone la nacionalidad de los accidentados, cuando en los medios de comunicación se llenan tanto la boca con los morbos de las noticias de accidentes e incumplimientos de normas de “seguridad e higiene”. Nos sobra hipocresía y hay que volver al sentido común de los tiempos de antaño, en los que incluso con apenas sin normativas, habían muchísimo menos accidentes que en los tiempos actuales con tanto exceso de normativas. Se de un caso de un inmigrante que para cortar con una radial una madera para hacer un encofrado, no había parado de que en medio de la madera había un clavo clavado que nadie se molestó en extraer, y al hacer el corte, el disco le saltó disparado como si de una descarga se tratara, y le hizo un corte en la pierna. Uno no puede prever la ignorancia del personal a la hora de cada uno de los distintos desempeños, y no se puede ir siempre buscando culpables, aunque irresponsables inevitablemente los hay en todas partes. Por mucha normativa y amenazas de multas y cárceles que existan, y por mucho que se intimide al personal menos preparado (que es también el que más trabaja, ya que la dirección facultativa y los cabrones de prevención apenas no corren riesgos alguno), siempre existirá la falta de iniciativa y cuidado de quienes deberían de tenerla y el exceso de aquellos que más lo ignoran por no sudar y llenarse de polvo en la obra. Creo que más bien cada cual tiene que cargar con su propia responsabilidad.
Y repito, tan sólo hay que educar y formar en prevención, seguridad y salud como “valor añadido” en lo profesional, como lo es cualquier otra cosa de utilidad por aquello de lo de “el saber no ocupa lugar” puesto que nos es de utilidad para cualquier cosa,…pero no se puede obligar a nadie, ni buscar culpables en nadie: cada cual es responsable de sí mismo, y mientras no sigamos así, persistirá esta innecesaria situación de incomodidad y permanente desconfianza en las obras.
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