Es el que siempre ha estado
en el último eslabón de la gran cadena de lo que supone hacer una construcción,
tanto desde una modesta casita, hasta un largo rascacielos de cientos de
metros. Siempre ha sido el menos valorado en todos los sectores, el más
sacrificado en todos los sentidos, e incluso hasta a veces el más humillado. Ha
sido ignorado por el resto de la sociedad compuesta por servicios y empleados
de bata y corbata, y se le ha tenido siempre por oficio desgraciado.
Ha tenido que soportar los
trabajos más duros, más arriesgados, peligrosos y de mayor esfuerzo tanto
físico como mental, soportando inclemencias del tiempo (frío, calor, lluvia,
viento, nevadas,..), improvisando lo que los facultativos ni son capaces de dar
forma material, etc… Y encima los más mal pagados y explotados. Y por si fuera
poco en los últimos tiempos se le ha exigido tener una formación de un nivel
que sólo compete a los facultativos universitarios, sólo para que el trabajo de
materializar lo ejecuten los albañiles con estúpidas e inútiles normativas, no
los facultativos que ni tan siquiera se ensucian, poniéndole el tajo cada día
más difícil y desmotivado. Además cada vez ha visto más limitada su libertad de
trabajar, obligándole a sacarse absurdos carnets para autorizarle tal o cual
tarea.
Claro que durante la época del boom constructivo ese
oficio pudo tener cierta dignidad, dada la abundancia de trabajo que entonces
había y con ello se podía ganar dinero. Pero ahora las cosas han cambiado a por
peor, y no hay trabajo para todos, ni un cuarto de eso. Ese es el albañil, un
sacrificado desde siempre, en esta lucha diaria, y ahora además el más
maltratado socialmente por la crisis en la que estamos inmersos, del que no se
acuerda de socorrer ni el gobierno, ya que no sólo le recorta y le rebaja
prestaciones por desempleo, y le deja en la miseria del paro cuando éstas se
agotan, sino que además le obliga a jubilarse como mínimo hasta los 67 años,
dejándole espalda y articulaciones completamente reventadas de reumas y
tendinitis, cuando los funcionarios-obreros de la empresa pública pueden
hacerlo con 45 años y con muy buenas pagas de jubilación. Está visto y claro
que nunca un presidente del gobierno había trabajado de albañil, y por tanto
ignorara totalmente el sufrimiento en el que se hallan sometidos, lo mismo que
no podrían entender lo mal pagado para tener que ejecutar tan duras y penosas tareas,
con lo que no tendrán ni idea de justicia para con ese colectivo laboral, ya
que como dice el viejo proverbio: “El que tiene la barriga llena no se
acuerda”. Y por supuesto, los sindicalistas no le representan para nada, pues
no mejoran sus condiciones ni sus libertades laborales.
Ha sido el que ha salido más
malparado a causa de la locura del pinchazo inmobiliario del que sólo se
beneficiaron los especuladores. El que más sufre las consecuencias del paro de
todos los sectores. El más español y maltratado de los oficios.
En resumen, es el gran
olvidado y marginado totalmente, tanto por el gobierno, como por la sociedad en
general. Ese es el albañil del fatídico año 2012, uno de esos que seguramente
van a dejar mala memoria.
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