La
mejor prevención en riesgos laborales viene determinado por el viejo proverbio
de “el miedo conserva la vida”: nadie busca accidentarse ni enfermar. Lo que no
busca son normativas que estorban su trabajo, que produce incomodidad, y por
tanto que rebajan el rendimiento, y por otro todo cuanto encarece
innecesariamente, tanto para la constructora, como para el cliente,....con lo
cual es también una de las razones por las cuales la gente no se anima a
invertir: es todo demasiado caro con absurdas normativas. Para prevención, cada
cual tiene su ángel de la guarda, y si no, que se ponga a rezar: nadie tiene
porque ser el guardián de nadie. Las medidas de prevención meten miedo a las
empresas, aparte de que lo consideran como un gasto obligatorio innecesario que
dispara los costes,…y que de poco sirve porque la gente igualmente trabaja como
le da la gana, y luego en caso de desgracias inesperadas, las investigaciones,
las sanciones, e incluso las posibles penas de cárceles, no animan a nadie a
crear una empresa de construcción, y las que aguantan, es más bien porque
tienen que vivir de algo, tienen que comer ellos y sus familiares, y por esas
razones tienen que subsistir.
Las normativas no se lo han puesto nada fácil ni
a las empresas ni a los emprendedores, ni es nada bueno para el país impedir
que la gente pueda trabajar y ganarse la vida, ya que para eso son necesarias
empresas y trabajadores con total y plena libertad. Nos encontramos
que ahora se obliga al contratista a redactar el plan de seguridad, que cuesta
un buen pastón y no se traduce en nada que se materialice, y aquí nos confundimos todos. En todo caso la
tarea de las inspecciones o de los de prevención no sería tener que imponer
sanciones o cuestionar los trabajos, sino simplemente aconsejar y convencer,
pero ya no ir más allá, ya que lo entorpece todo, y se pierde en eficacia,
tiempo y dinero. Eso tendría que cambiar
La
obligatoriedad de asistir a cursos, que desde luego no se fomentan desde las
empresas (o por lo menos desde las empresas pequeñas), es otro de los atentados
contra la libertad de los trabajadores. Y aparte de que a la hora de explicar
los planes y objetivos de obra (dar
conocer el “planning” de los trabajos), que no está nada mal dar las
indicaciones de prevención por parte de quien lo desee, no todos están
dispuestos a seguir, aparte de que no se puede obligar por la fuerza a los
trabajadores a asistir a cursillos (que no son garantía de aprendizaje, pues a
los cuatro días se olvida de todo y más con exceso de materias preventivas
imposibles de memorizar y mucho menos de recordar), lo malo es que aquí hay una
doble pretensión de cargar con responsabilidades a los trabajadores para
encontrar a quienes acusar en caso de siniestro. Nadie quiere asumir
responsabilidades y ni tiene porque asumir las de los demás, salvo las propias,
aparte de que no están lo suficientemente pagados como para asumir
responsabilidades de las que lógicamente todos intentarán ver la pelota en el
tejado ajeno, eludiendo todo lo posible.
Y
eso de que figuren en los convenios colectivos eso de las horas de cursos de
prevención, hay que decir que esos convenios han sido redactados y firmados por
las “mafias” de cuadros sindicales con complicidad de supuestos cuadros
patronales y de demás actores del sector (facultativos, gobierno, etc…), que
para nada representan a la inmensa masa de los trabajadores, y que por otra
parte con las subvenciones públicas que reciben esos organismos mafiosos, viven
de hacer cosas como esas de los cursillos, que naturalmente atentan contra los
principios de las libertades individuales al cargar a los albañiles con
obligaciones no aceptadas.
El principio es que no se puede
obligar a nadie a nada: cuando un profesional sirve y hace bien el trabajo,
adquiere prestigio por sí mismo y no le falta el trabajo; cuando no sirve ni
rinde, ya va adquiriendo mala fama por sí mismo y al final es tirado a la
calle. Pero no es inteligente ni racional obligar a nadie a seguir cursos o
normativas, porque crea una doble “moral” o hipocresía: el papel que hay que
interpretar de cara a la galería por el “qué dirán”, y el que en realidad se
ejerce de “puertas cerradas para adentro”, en la que cada cual trabaja tal como
es y a su gusto. Todos los excesos, obligaciones e imposiciones en las que uno
no se encuentra cómodo, al final terminan por burlándose, y de poco sirve que
un facultativo o alguien de riesgos laborales busque pelearse y en todo caso
enemistarse con los albañiles, que son los que de verdad ejecutan la faena,
sobretodo el trabajo manual que es el más duro, aunque también muchas veces el trabajo
mental de calcular, idear, inventar,…que se supone que correspondería a los
facultativos: en teoria a los albañiles no se les paga por pensar, sino por
trabajar, aunque la inmensa mayoría de las veces tengan que estar pensando, y
pensando por terceros que cobran muchísimo más, con lo que muchas veces al
final resulta que los verdaderos ingenieros son los propios albañiles, y eso de
que no tienen años de estudios universitarios.
Claro que esos tipos de riesgos
laborales, para sacarse título, han tenido que pasar por un curso de varios
meses (algunos de hasta unos pocos años), para que al final hayan tenido que
creerse que su paso por las obras es simplemente tocar los huevos de todo
albañil que encuentre a su paso, y encima llevándose un buen pastón sin
cansarse ni sudar como sería el manejo de un pico y pala, o de llenar de tejas
bien puestas con mortero en una cubierta, esto es algo que lógicamente no puede
aceptarse. No se acepta que un tipo por muy “facultativo” que se tenga, que
cobre un buen pastón, y que no se manche para nada ni tan siquiera sude la
camisa tenga que pasar por ahí tocando los huevos a todos con las tonterías del
casco, los arneses o las botas, simplemente apuntando en una libretilla o con
algún plano o papel en la mano, pero que da la impresión que tan solo se pasea
por ahí sin dar siquiera un palo al agua, salvo la imprudencia y la
incordialidad de estar tocando los huevos de quienes de verdad realizan el
milagro de dar forma y materializar la obra. La realidad es que en España no
existe la mentalidad de querer asumir responsabilidades si no son las propias,
y la de dejarse tocar los huevos por terceros, y en esto pecan facultativos y
demás fauna de “riesgos laborales”. Y quien busca usar mano dura, acaba
terminando peor.
Aunque existan las normativas (algunas con buenas
pretensiones, pero en la práctica complicado de ser aceptadas y acatadas) , mi
consejo es dejar en paz a todo el mundo y no meterse en donde no se le llama,
que cada cual ha de asumir sus propias responsabilidades y nadie quiere tener
nada de ver con las ajenas. Las empresas son
conscientes que han de buscar maneras abaratar costos y muchas veces las medidas de seguridad las encarecen, los
empleados todos quieren trabajar a su manera y cada cual ya procurará no
accidentarse, los capataces para que salga el trabajo rápido tienen que
hacer la vista gorda a determinadas
exigencias o al final los resultados no salen como serían de desear, y por ultimo
pasa también que los arquitectos muchas no visitan nunca la obra cuando conviene, y al final todos se han de
preocupar más de beneficiar a la gente que es la que le da de comer y hace
pagar sus cuentas, porque sin clientela y sin currantes motivados no se puede
trabajar. En el fondo de lo que se trata es de tener que buscar y colaborar
entre todos de hacer las cosas más fáciles y más económicas en la que
monetariamente todos salgan ganando, por encima de normativas, leyes y demás
exigencias, ..ese sentido común, a mi modesto entender, es la única manera de
mejorar las condiciones del trabajo.
En cuanto a de quien es la culpa de los diversos
disparates sobre “prevención y seguridad” que se cometen en las obras. creo que
hay muchos culpables dependiendo de cada caso.
No habría culpables si no hay exigencias ni normativas, y se deja que
cada uno proceda libremente según su sentido común. La ley y las medidas de
prevención deberían de estar para consentir aplicar sus recomendaciones, pero
no para obligarlas. El que tenga mala suerte, que se muera y los demás a
aprender, como ha sido desde siempre, desde siglos hasta el presente. Pero no
se pueden buscar culpables, sino que como todo en la vida, hay que saber asumir
riesgos y mentalizarse de ello. Los que consideran las cosas denunciables o
denunciar a alguien, han de saber que siempre se exponen a represalias seguras
de un tipo u otro, sin olvidar lo que dice un viejo proverbio chino: “el que
interpone una querella, derriba un dique”…., lo cual quiere decir que tras toda
acción de denuncia, vienes detrás los daños colaterales que se producen por sí
mismo,…..por eso es imprudente denunciar o obligar a las personas. Opino que
cada empresa habría de ir por libre, e imponer ella misma sus propias normas,
especialmente las de sentido común, y que sea el mercado ( o sea los clientes) el
que las premie o las castigue por su proceder, servicio, o estilo de hacer
empresa.
Claro que toda empresa busca un equilibrio entre calidad y precio, al
mismo tiempo que ganancia, cosa que a veces resulta harto difícil, y lo que hay
que ganar por un lado, hay que quitarlo por el otro, por pura lógica. Hay que huir de todo lo que asusta, tanto a
empresarios como a trabajadores, de normativas, de exigencias facultativas,
etc… Hay unas normas sancionadoras y punibles de cualquier cosa,
administrativa, penal, responsabilidad civil, laboral, etc…, que dan un miedo y
no animan a nadie a llevar una empresa de construcción. Eso no es libertad de
empresa. Ya el miedo en sí que produce es lo peor, el riesgo mismo, que cuando
en las obras entra uno de “riesgos laborales”, todo el mundo le tiene miedo y
antipatía aunque alguno le haga el lameculos, porque es el posible verdugo con
el cual si caes en desgracia, algún día tendrás que planear una venganza contra
ese verdugo ya culpable de todas tus desgracias. Creo que esa no es manera correcta ni justa.
Muchas veces, rápido se resuelve todo diciendo que el aparejador o el
arquitecto “estuvo aquí y no dijo nada” y cuando escribes para que se vea que
realmente has dado ordenes se comenta ya rápido “este técnico ya esta dando
problemas, hay que buscarse a otro para la siguiente promoción…” (suele decir
el promotor-constructor, el mismo encargado de la obra, o el cliente mismo, etc..).Si después hay por ahí técnicos a los que les primen más
el tener más trabajo haciendo la vista gorda, que cumplir con lo que dicen las
normativas, y con eso último posiblemente no repetir con el
constructor-promotor o el cliente, cuya
principal motivación únicamente son el precio y la calidad, sintiendo gran
desprecio y disgusto por todo aquellas partidas que encarecen excesivamente y
encima no se traducen en nada productivo o materializado.
Sé que no es de ninguna utilidad, y nadie la
entenderá ni la recordará después de leer tan larga parrafada, pero aquí os
dejo por si acaso la Ley sobre Infracciones y Sanciones en el Orden Social se
ocupa de regular este aspecto, así como la cuantía de las sanciones a aplicar y
se basa en los criterios indicados en su artículo 39.3.:
REAL DECRETO LEGISLATIVO 5/2000, de 4 de agosto, porel que se aprueba el Texto Refundido de la Ley sobre Infracciones y Sancionesen el Orden Social. BOE nº 189 08/08/2000
OS ADJUNTO ESTA FÁBULA DE LA ESTRUCTURA ORGANIZACIONAL DE UNA EMPRESA, QUE NOS PUEDE DAR PARA REFLEXIONAR SOBRE EL TEMA QUE AQUÍ PLANTEO, EN LOS QUE UNOS TRABAJAN Y OTROS SON SIMPLES PARÁSITOS QUE SE APROVECHAN DE LAS NORMATIVAS PARA VIVIR A SU AIRE:
También os dejo con esa ilustración para dejar un toque de humor y que nos podamos reír un poco, que buena falta nos hace:
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