A la hora de hacer obras nuevas, de reforma, o pequeños
remiendos, todos quieren tener a su servicio al mejor albañil, y si puede ser,
que también sea el más económico, cosa muy complicada de casar. Pero en estos
actuales tiempos que corremos de crisis económica, muchos albañiles pasan
apuros, y los hay de muy buenos profesionales dispuestos a aceptar un precio
bajo, a cambio de tener trabajo y conseguir ganar algunas perras por miserables
que sean, ya que con la crisis los regateos siempre tienden a la baja, ya que
afuera hay demasiada competencia con demasiado poco trabajo.
Por
desgracia, en este país nuestro las constructoras salieron como setas en la
época de bonanza y hasta cualquier simple albañil autónomo se hacía llamar
constructor, sin saber que no es lo mismo hacer un tabique que hacer una
reforma entera; pero claro, el color del dinero lo puede todo y muchos no
pudieron resistir la, tentación de ganar dinero de cualquier con el entonces
inacabable mercado de las reformas, las obras, la edificación… en definitiva
con la construcción, en la que todo el mundo invertía, gracias a las
facilidades de créditos que daban los bancos. Según datos estadísticos y oficiales, si al comienzo de la crisis en
2008 habían inscritas unas 250.000 empresas en el sector del ladrillo, ahora
aguantan aproximadamente unas 100.000 que tienen que comer y buscarse la vida
como pueden.
No es lo
mismo ser albañil a cuenta ajena, o albañil autónomo (aunque figure como
“empresa”) que ser constructor, ya que
éste último debe encargarse de muchas otras cosas además de
la propia ejecución de unos trabajos. Es en estas labores
paralelas donde muchos albañiles/constructores han ido fallando
sistemáticamente por desconocimiento de normativas, de seguros, de
organización, de papeleos administrativos y, sobretodo, por desconocimiento de
otros trabajos que no han sido los propios hasta que no se ha autodenominado
constructor y que ahora forman parte de aquellas obras a las que opta. No todo
es lo que parece. Hay quienes dicen “soy albañil” o “soy constructor”, y son
incapaces de saber colocar un bastimento a plomo, o de construir un garaje,
cuando no por decir una gran chapuza, que a la hora de darle forma acabada se
disimulan todos los defectos visibles. Dicho en otras palabras, de albañiles o
constructores los hay de “buenos” y de “malos”, más o menos mejores, y más o
menos peores, que de todo hay aquí en ese extraño gremio.
Igual que
las personas, no todas las empresas son iguales, pero hay que pedir distintos
presupuestos y precios, y permitir que hagan mediciones ya sea para realizar
las reformas o la obra nueva, y puedan decir lo que más o menos nos quieren
cobrar por las obras. Los costes pueden variar.
Suele haber
una clara diferencia entre los presupuestos elaborados y el pago real a obras. El presupuesto teóricamente ha
de cubrir la obra bien acabada, aunque según quien la haga la acaba de
cualquier manera. Una vez aceptado el presupuesto, lógicamente las obras se
ejecutan a toda prisa para obtener el máximo de ganancias, y no siempre salen
bien debido a que las precipitaciones y las prisas, a veces son malas
consejeras (digo a veces, porque si se quiere ganar dinero lógicamente la
rápidez es importante). Con esos temores, hay clientes que prefieren pagar por
horas,..pero cuando este ocurre, el constructor lo que muchas veces hace es
tratar es de alargar las obras el mayor tiempo posible, haciendo que se trabaje
cuando aparece el ojo del cliente, pero cuando se va, se trabaja muy poco, ya
que el constructor se queda de beneficio un porcentaje sobre el precio de la
hora pagada al trabajador, y a la hora de dar explicaciones la cuestión es tan
sólo saber ser lo suficiente listo como para dar una explicación exagerada
sobre los trabajos, en especial ante clientes que son profanos en la materia.
Es un detalle que os explico para que reflexionéis a la hora de contratar a un
albañil o empresa constructora: si es mejor a presupuesto, o pagar por horas de
trabajo, dejando de pago aparte el coste de los materiales, ya que tanto en lo
uno como en lo otro, no se escapa del posible fantasma de la picaresca, algo
tan habitual en nuestro país.
No todos
los albañiles son iguales: los hay bastante profesionales y honrados, y otros
bastante chapuceros, y se creen albañiles cuando en realidad son unos simples “manitas”
de cuatro cuartos. Habitualmente las empresas constructoras suelen colocar a
sus mejores albañiles en las obras más complicadas o en donde están los
clientes más exigentes y que más se quejan. Los menos profesionales y los más
vagos, suelen ponerlos en las obras o lugares donde nadie los ve, y entre todos
se hacen un mezclado de obra, en los que unos ejercen de inercia que tiran de
los otros, ya que el trabajo en equipo es el resultado final de lo que suman
los que trabajan bien y lo que restan los ineficaces y los vagos que también
forman parte de la plantilla de la empresa, y por eso cuando no se eligen
libremente las compañías para el trabajo, muchas veces los trabajos de equipo
no funcionan bien.
No obstante
antes de confiar obras hay que informarse bien, y entre amigos, conocidos,
comerciantes de materiales, gentes vinculadas al sector, albañiles
jubilados,…les pueden proporcionar información sobre quiénes son los mejores
albañiles y quienes tienen el mejor prestigio del lugar. Hacerlo bien puede
ahorrar muchos disgustos y dinero. Y eso naturalmente no pasa por la
información que pueda dar un facultativo, interesado ante todo en que se
cumplan las normas de seguridad, pues hay bastante albañiles que son muy
buenos, y son los mejores, pero desconocen bastante sobre la corrupción
parasitaria que se ha instalado en el sector en la forma de las normativas,
seguros, papeleos administrativos, etc…
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