Muchas veces los albañiles hemos tenido que ir a alguna casa particular a hacer cualquier chapucilla para solventar cualquier problema que requiera el cliente o la cliente, como algún azulejo del lavabo roto, algún embozo en el water, algún tubo de conducción reventado, etc...
Pero a veces los currelas chapuzas nos topamos frecuentemente con la maruja de turno (ya que los hombres generalmente cada uno a esas horas están en su propio curro), que lo único que le interesa con la excusa del remiendo es poder hablar con el albañil, vamos, algo así como ligárselo, con el que hay que armarse de una santa paciencia cuando se van a esas casas particulares a hacer cualquier remiendo.
Cuantas veces nos hemos topado con la maruja que se pone a hablar de cualquier cosa, menos del motivo del remiendo, sea de criticar a su marido, o si es del remiendo en sí, de cualquier temor relacionado con el tema del remiendo, y que el currela ha tenido que tener la santa paciencia de un Job para no quedar mal con la señora. Pero como me dijo una vez un maestro albañil: cuando vas a una casa, debes de trabajar de la mejor manera, y ante todo ser muy educado, porque en el mundo hay gentes que están totalmente predispuestas a decirte cualquier tontería, y de esto no hay que hacer caso, pero sí saber tener cierta psicología de saber ver las cosas desde el punto de vista ajeno. Y sobretodo portarse bien, porque si no, a esta casa no vuelves, aparte de que sólo consigues que hablen mal de ti, debido al constante cotilleo y marujeo que hay en esas cosas, que se extienden en las conversaciones de la peluquería o de la tienda de la esquina entre los vecinos.
Pero como la cliente generalmente necesita romper con la rutina diaria, y aprovechar que tiene alguien en casa para hablarle, debemos aprovechar para escucharle, y ante todo no criticar nada de lo que exponga. Debemos estar atentos a lo que nos cuente, para darle la respuesta adecuada, y con mucho tacto mostrar interés por lo que quiera comentarnos, así como aportarle ideas y en su defecto soluciones, que eso también son gafes que forman parte del oficio, pues no todo es pastar mortero con una gaveta. El servicio es también mostrarse simpático, sonriente y educado, y escuchar todo lo que a la interesada le salga por comentar, que para eso ha contratado al currera, aparte de que le solvente bien el remiendo. Hay que saber comentar y responder según el tema que la clienta vaya planeando, y no olvidar de darle las gracias llegados al momento final de plegar. Y eso es clave, porque de este modo hay que conseguir que a la hora de pasarle la factura, el pago lo haga encantada. Claro, ahí es en su casa, y la clienta puede ir vestida como quiera, sea en batín, o incluso en provocativa ropa interior, como lo que realmente es: como Pepa por su casa. Y para este caso no se recomienda venir con el casco, sino con el típico pañuelo que protege del polvo, con un cómodo sombrero, o con la gorra. El casco da impacto muy negativo, pues es como si diera la impresión de que vas a hacer que se caiga el techo.
Hay que hacer las cosas que pide la clienta, y en caso de duda preguntar qué es lo que quiere exactamente, para proceder según sus deseos. Me acuerdo una vez de un albañil que le fue a hacer un remiendo a la casa del famoso pintor Salvador Dalí, en Port Lligat, y el famoso pintor surrealista le dío unas instrucciones sobre una especie de barbacoa que quería que le construyeran en el jardín, y al termino del remiendo, el Sr. Dalí no satisfecho del todo, cogió la maceta del albañil, dio unos golpes aquí y allá, con los consiguientes destrozos, pero se quedó satisfecho de su artística faena que al final dijo: ¡ahora así queda bien, tal como lo quería!. Claro que hay que estar preparado para ir a hacer cualquier remiendo en la casa de cualquier loco o loca, pero no olvidar nunca que el cliente o la cliente son la reina, y hay que hacer todo lo que ella pida o quiera. Y sobretodo evitar cualquier discusión: sólo hay que hacer las chapuzas conforme lo quiera la clienta, que para eso es la que paga, y por tanto la que manda. De este modo otro día a esta casa se vuelve, y no se deja a la cliente con esa desagradable sensación de : “en mi casa, albañiles nunca más”, que es tan frecuente que ocurra.. En resumen: escuchar siempre, hacer bien el trabajo según indicaciones de la clienta, y dejar el lugar del remiendo bien limpio y pulido. Ese es el truco final de salir exitoso de los remiendos en cada casa.
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